29 may 2023

Competencia Digital Docente para la Transformación Educativa

Este post es la presentación del libro del mismo título, del que soy coordinador y, con Mª Jesús García San Martín, Denise Vaillant y Ainara Zubillaga, coautor. Puede descargarse aquí. 

Si se solicita hoy en Google Académico, el buscador más comprehensivo de literatura científica, por la expresión “competencia digital docente” (entrecomillada, para que no devuelva falsos positivos basados en los términos sueltos, solo en español), acotada por décadas, se encuentra esto: para los años 1991-2000, nada de nada; para 2001-2010, 9 publicaciones, la más popular con 27 citas (si se descuentan las referencias cuyo texto de destino no encuentra Google, se reducen a 6); para 2001-2010 son ya 2.500 publicaciones, la más popular con 349 citas (si el lector replica el experimento podrán aumentar ligeramente las cifras precisas, pero no los órdenes de magnitud).


Si se pregunta a ChatGPT cómo ha cambiado el concepto entre esos periodos, la respuesta, resumida, es que en los 90 se trataba de saber utilizar una computadora y un proyector en el aula; en los 2000+, en integrarla la tecnología pedagógicamente en el aula y guiar a los estudiantes en el uso responsable; en los 2010+, guiarlos en la era digital, además de colaborar y comunicar en línea y analizar datos digitales; desde 2020, añade sin que se le pida (y eso que solo maneja información hasta 2021), se incluiría la enseñanza a distancia, utilizar herramientas y recursos digitales para fomentar el aprendizaje (ya no habla del aula) y desarrollar las habilidades digitales en los estudiantes (antes, las trajeran ya o no, se trataba solo de aportarles responsabilidad).

No ha habido tensión comparable en ningún otro momento de la historia de la educación. Fuese meramente la lengua o ya la lectoescritura, siempre ha estado fuera de discusión que el educador debía conocer y conocía desde el inicio de su actividad como tal el medio del que habría de servirse. La transformación digital de la sociedad lo viene a cambiar todo, de manera que nuestros sistemas educativos incluyen todavía a una importante proporción de docentes que no tuvieron ninguna capacitación digital inicial, al menos no institucional, y probablemente poca capacitación ulterior, y una totalidad que, cualquiera que haya sido, sea o vaya a ser su capacitación inicial y ulterior, se ve y se va a ver una y otra vez, a lo largo de su trayectoria profesional, obligada a responder a cambios espectaculares e imposibles de ignorar a estos efectos por la profesión, la institución o la sociedad.

Gª S. Martín y Vaillant
Después de todo, la misión esencial del sistema educativo y del profesional de la educación siempre ha sido, es y será acompañar y llevar al educando más allá, en el tiempo y en el espacio del ámbito familiar y del aprendizaje factible en el mismo. La cuestión de la competencia comunicacional docente quedó básicamente “resuelta” en su día con la creación de las escuelas normales para el magisterio y la exigencia del título universitario para el profesorado de secundaria, aunque esto hubiera de ser afinado desde entonces una y otra vez. Hoy, la invasión de la tecnología digital en todos los aspectos de nuestras vidas, su ubicuidad para los menores, su irrupción en el aula, la sobrecarga informativa, las redes sociales, la desinformación, la inteligencia artificial…, y contando, sitúan esa competencia mediática docente, ahora digital, en el centro de cualquier problema y de cualquier solución.

Los textos que forman esta publicación pretenden señalar la relevancia y la urgencia del problema, particularmente en el ámbito iberoamericano. Fernández-Enguita, a la vez coordinador de la obra, aborda en su texto el alcance de la tan deseable como inevitable transformación digital de la educación, sus consecuencias dentro de la institución escolar y sus implicaciones para el profesorado, en particular para su formación. En los otros tres textos se aborda sucesivamente la competencia digital docente en una triple perspectiva: la definición de su contenido y marcos de referencia, la experiencia de su abordaje en las distintas facetas de la formación y el desarrollo profesional docentes, y la integración de la capacitación digital como parte de una política y un sistema de innovación.

María Jesús García San Martín, quien cuenta con una larga experiencia en el impulso a la transformación digital de la educación y de las administraciones, y en particular a la formación digital del profesorado y de los empleados públicos, aborda el concepto general de competencia digital, su marco de definición institucional, su distinto significado para la ciudadanía, el alumnado, el profesorado y centros educativos, los ámbitos y niveles de capacitación y la acreditación.

Zubillaga y Enguita
Denise Vaillant, que sin duda se cuenta entre los investigadores que mejor conocen las políticas y las experiencias de formación del profesorado en general, y más en particular tanto en el ámbito funcional de la digitalización como en el ámbito geopolítico de Iberoamérica, aborda el estado de la cuestión del desarrollo profesional docente en materia digital tanto en la formación inicial como en la continua, tanto en los escenarios institucionales y organizacionales como en la práctica reflexiva y la autoformación individuales.

Por último, Ainara Zubillaga del Río, desde una amplia experiencia en la promoción y el acompañamiento de la innovación, nos introduce en las iniciativas y estrategias de configuración de sistemas de innovación capaces de poner y mantener en marcha mecanismos de capacitación digita del profesorado, con particular atención a algunas de las experiencias nacionales más destacadas.

23 may 2023

Presentación de dos libros con un mismo norte: la transformación digital de la educación

 El próximo día 29 de mayo, lunes, a las 19:00, presentaremos en Madrid, en la Institución Libre de Enseñanza, dos libros distintos pero fuertemente relacionados.

La Quinta Ola. Las transformación digital del aprendizaje, de la educación y de la escuela (Mariano Fernández Enguita, en Ediciones Morata), que se puede adquirir aquí y cuya introducción se puede leer o descargar aquí.

Competencia Digital Docente para la Transformación Educativa (coordinado por Mariano Fernández Enguita, en coautoría con María Jesús García San Martín, Denise Vaillant y Ainara Zubillaga, y publicado por la Organización de Estados Iberoamericanos), que se puede descargar completo aquí.

En el acto intervendremos Ainara Zubillaga, Mª Jesús García San Martín (coautoras), Mariano Jabonero (Secretario General de la OEI) y yo mismo, así como Paulo Cosín (Ed. Morata) y Carlos Wert (ILE/FFGR).

Siempre mejor en persona, pero también se podrá seguir en streaming aquí (YT).



17 may 2023

De Sócrates a ChatGPT

Tribuna publicada en El Pais, 12/3/23

Es bien conocido el rechazo de la escritura por Sócrates, que explica Platón en Fedro: devaluará la memoria y dará una mera apariencia de sabiduría. Sobra razón a quienes ven ahí el primer caso de rechazo de una tecnología de la información y la comunicación (la escritura) por un educador que ha aprendido y ejercido en otra (la lengua hablada). Sabemos de dieciocho discípulos de Sócrates y es probable que no fueran más, o apenas, en más de dos decenios de magisteriola ratio que tantos querrían y para toda una vida. Por fortuna la escritura, la imprenta, los medios electrónicos audiovisuales y la digitalización, cada ola a su turno, revolucionaron el registro y transmisión de la información y, con ello, la educación: la escritura trajo las escuelas que por dos milenios alimentarían los oficios letrados y la imprenta posibilitó una escolarización masiva, casi universal; no obstante, los audiovisuales, que llegarían al último rincón de la tierra, no lograron asentarse en las aulas. 

Pero Sócrates
explica algo más: la escritura es como la pintura, no responde, no te hace caso, no dialoga; en la jerga de hoy, no es personalizada, no retroalimenta, no es adaptativa. Escritura e imprenta promovieron la escuela, sí, pero hicieron cada vez más unilaterales, transmisivos y pasivos el aprendizaje y la educación. Al contrario que el habla, la escritura requiere un aprendizaje antinatural y laborioso que ha sido secularmente disciplinario; el libro de texto articuló con su correlato oral, la lección, la enseñanza frontal, transmisiva, unidireccional, serial, industrial; el cine, la radio y la televisión, tan atractivos en otros contextos, llevarían al paroxismo la unilateralidad y la rigidez en la comunicación, razón fundamental por la que nunca pudieron encajar en las rutinas ya establecidas de la escuela (digitalizados, empiezan a ser otra cosa). 

Esta interactividad perdida es el santo grial que la tecnología promete a la educación hace ya un siglo, desde la enseñanza programada de Thorndike a la tutorización inteligente de nuestros días, pasando por la máquina de evaluar de Pressey, las de enseñar de Skinner y Crowder, la enseñanza automatizada en PLATO, la instrucción asistida por ordenador (CAI), etc., pero nunca pudo ir más allá de una limitada modulación o diferenciación del plan docente. 

La transformación digital lo cambia todo. Ya no se trata de logos, legos, sims o kahoots, menos aún de una ofimática mimética (procesadores de texto, hojas de cálculo y presentaciones), sino de dos fuerzas arrolladoras. Una, ya imperante, es el potente y versátil artilugio digital, la trinidad formada por el dispositivo personal (móvil, tableta, portátil), el software incluido que replica (metamedio) y conecta (hipermedia) todos los medios presentes y futuros (infinitamente más y mejor que el códice, anterior soporte del libro y de nada más) y la conectividad ubicua que, además, todo lo escala: este artilugio ya hace o facilita absolutamente todo lo que anteriores instrumentos escolares, mejor y más barato, y añade mucho de lo que faltaba y lo que vendrá. 

Quizá lo más importante que faltaba fuera el diálogo, y eso es justo lo que ya trae la nueva fuerza que irrumpe, la inteligencia artificial (IA), aun con todos sus límites y sus riesgos. ChatGPT, la sensación de la temporada, es la combinación de un gran modelo de lenguaje (GPT4) capaz de conversar a un nivel muy razonable sobre cualquier asunto (más aún sobre un contenido escolar) y un interfaz de usuario muy sencillo e intuitivo (Chat), al alcance de un niño. No tardaremos en ver adaptaciones al entorno escolar con filtro de contenidos, interfaz más universal (verbal, gráfico…), adaptación al nivel, integración en entornos virtuales, supervisión ágil y sencilla por el profesor, etc. La IA no sustituirá en ningún caso al docente en su empleo, pero sí que lo hará en muchas de sus tareas, y lo hará mejor, siempre que aquél siga en el puesto de mando. 


Patrick
Suppes, quien fuera profesor de filosofía en Stanford y uno de los promotores más exitosos de la instrucción asistida por ordenador en los sesenta, prometía un futuro en el que habría un Aristóteles (tutor) para cada Alejandro (pupilo), si bien sus programas no hacían más que seleccionar ejercicios para el usuario. ChatGPT no es Aristóteles, ni lo va a ser nada en su estela, aunque su formalismo lo situaría más cerca de este que de Sócrates; por otro lado, su afán por responder incluso cuando no sabe y sus frecuentes
alucinaciones lo ubicarían, más bien, entre los sofistas o los tertulianos. Pero la mayor parte de lo que dice tiene sentido y es un gran conversador, o quizá debiera decir un gran charlatán. No pocos profesores con cierto nivel de competencia digital podrían ya desplegarlo en sus aulas y tal vez lo hagan, y para el resto no tardarán en aparecer versiones más amistosas y confiables. 

No quepa duda de que muchos jóvenes, adolescentes y niños, por sí y con el apoyo de sus familias, aprovecharán esta oportunidad de sostener, ampliar y reforzar su aprendizaje fuera de la escuela, sea para esta o al margen de esta, lo mismo que muchos profesores lo harán para aliviar su trabajo profesional en unos casos y mejorarlo en otros. Pero, cuanto más abierto y potente es un medio, más oportunidades de crecimiento y más riesgos de desigualdad traerá a la vez. Por eso, para muchos alumnos, el acompañamiento escolar en ello no será otro apoyo sino el único. 


En todo caso, expansión de la IA fuera de la escuela es ya imparable (como lo está siendo en el trabajo de muchos profesores y alumnos fuera del aula), con todas sus promesas y todos sus riesgos, estos en especial para la ciudadanía y para el empleo. Privar a los alumnos de la literacia necesaria para desenvolverse en un mundo con IA sería como negarles la educación vial imprescindible para moverse en la ciudad con la diferencia de que toda familia sabe ofrecer conciencia vial, pero no competencia digital. La escuela, y por tanto el profesorado, tienen de nuevo una responsabilidad general, pero ante todo con los más vulnerables, tanto en la alfabetización digital básica para una vida autónoma y digna como en su preparación para un mundo del trabajo que ya se está viendo profundamente afectado. La institución, concebida antes como un santuario, jugó a ser una jaula de Faraday a resguardo de los medios audiovisuales de masas, pero ésa ya no es una opción. 


Todo esto altera de forma radical las coordenadas de la docencia. En primer lugar, maestros y profesores tendrán que ponerse a la altura de la ciborgdocencia, es decir, dispuestos a la colaboración de personas y algoritmos, o máquinas, en espacios y actividades diversos. Dadas la desigual competencia digital de los docentes, la amplitud de las competencias pertinentes y el rápido ritmo de cambio, habrán de disponerse también a la codocencia, o sea, a la colaboración de varios profesores en espacios y actividades compartidos, ya deseable en pero necesaria, ante todo, para reunir suficiente capital profesional. Ambas dimensiones de colaboración pueden verse, junto con las tecnologías apuntadas, como instrumentos para una inteligencia aumentada de la profesión. Por último, con el ritmo exponencial que ya alcanza el cambio no cabe dudar de la intensa necesidad del aprendizaje y el desarrollo profesional docente a lo largo de la vida. Quien buscara en la docencia una misión, un desafío o simplemente emociones, los tendrá; pero, si alguien vino buscando una vida muelle (eufemismo: calidad de vida), haría mejor en buscarla en otro sitio.