Ya saben que en
las dos últimas semanas ha habido cierto revuelo, en el ámbito del mundillo
universitario y profesional dedicado a pensar y hablar sobre la educación, en
torno a la publicación en The Guardian,
por un grupo de académicos, de una carta
abierta a Andreas Schleicher, rostro visible de las pruebas PISA, en que se
denuncian reales y supuestos problemas y peligros de estas para la educación.
Ya hablé de esto en
este blog (PISA
y sus descontentos: matar al mensajero)
y lo he hecho en más ocasiones sobre la necesidad y la resistencia a las
evaluaciones (por ejemplo en 1,
2,
3, 4,
5...),
pero hoy me ha llamado la atención lo que leo en las dos páginas que dedica al
asunto el periódico semanal Escuela. Hay un largo reportaje de Saray Marqués,
detallado y bien documentado (excepto porque los primeros firmantes en The Guardian fueron 83, no "más de
un centenar", pero no dudo que conseguirán cientos y miles de apoyos), mas
lo que quiero comentar es la división de opiniones entre los expertos y
académicos a los que se pregunta en el artículo y en un encuadre aparte: dos
economistas, dos sociólogos y dos más un pedagogos.
Los economistas
son, en este caso, el director del INEE y una asociada de FEDEA que no tienen
duda alguna sobre las bondades de PISA pero que tampoco le señalan ningún
defecto. La segunda está convencida de que todas las pruebas habidas han mejorado
la educación, aunque no dice cómo ni por qué, y lo peor es que habla no ya de
PISA, sino de la prueba CDI de Madrid. Aparte de su incondicionalidad, creo que
el primero también se excede un poco cuando, llevado por la polémica o el
entusiasmo, caricaturiza el debate sobre la repetición, asegura que las
investigaciones cualitativas no han servido para nada o da a entender que sólo
ahora se empiezan a hacer diseños de investigación experimentales (los que
llevamos más años en esto ya nos saturamos hace tiempo de leer
investigacioncitas con "grupo experimental" y "grupo de
control" que tampoco sirvieron de mucho, aunque no las hicieran sobre todo
economistas -que también- sino, mira por dónde, pedagogos y psicólogos).
En el otro
extremo se sitúan los pedagogos. La primera de ellas reduce, cómo no, PISA a
"la lógica del mercado" (esa que tanto odia todo funcionario a la
hora de trabajar, aunque la adore a la hora de comprar) y le reprocha querer
producir sólo "capital humano". La segunda señala con mucha razón
importantes aspectos que PISA no mide, pero aun así ignora algunos otros que sí
mide (no sólo de lengua, matemáticas y ciencias vive la OCDE), no le reconoce
aportación alguna y soslaya que hay otras evaluaciones nacionales e internacionales
que sí miden otras cosas (aunque, a diferencia de PISA, sin duda por no tener
detrás a la OCDE sino a la IEA y otros organismos, pudieron ser perfectamente
ignoradas). Hay un tercer pedagogo interrogado, pero este se limita a señalar
que la carta anti-PISA da voz a al malestar de muchos docentes (no todos, pero
correcto) y no entra en el fondo (por eso dije 2+1).
En medio se
pregunta también a dos sociólogos: Julio Carabaña y José S. Martínez García
(declaración de intereses, disclosure
o como quieran decirlo: son mis amigos, los considero los mejores especialistas
en PISA y soy sociólogo como ellos; además, para decirlo todo junto, publico
una entrada más o menos mensual en el Blog
del INEE: p.e. 1,
2,
3).
El caso es que ambos ven aspectos positivos y problemas en PISA: ni en broma lo
rechazan ni prescindirían de PISA y otras pruebas internacionales, pero
discuten algunos aspectos técnicos y cuestionan ciertos usos que se hacen de
los resultados. (En la próxima XVII Conferencia de
Sociología de la Educación, por cierto, 7-9/7 en Bilbao, habrá un taller
sobre análisis de los datos base de PISA en el que ambos participan y donde se
aprenderán y discutirán aspectos mucho más sofisticados que los que cabía
tratar en Escuela o aquí.) Qué
quieren que les diga: me quedo con esta posición más matizada.
Quizá sea sólo
que prefiero los matices a los extremos, que soy centrista, que ni chicha ni
limonada o que, como sé que decía un colega de Salamanca cuando los alumnos
que compartíamos le preguntaban si yo era de izquierdas o de derechas, que depende de cómo me levante. Pero creo
que así es. En el ámbito de la psicología política, Tetlock y otros han
sugerido estudiar (y medir, ¡ay!) la complejidad
integrativa de los discursos políticos, y creo que mucho de lo que se
dice pro y contra PISA es más político que científico. Sin llegar a sugerir un
CI discursivo, Tetlock y cª diferencian entre los discursos llenos de absolutamente, según toda la evidencia, siempre,
indiscutiblemente, etc. de los
trufados de normalmente, casi, quizás, no
obstante, etc. Sé que los tiempos que corren no están para tibiezas y que
es mucha la gente que necesita cargarse
de razón, sea cual sea, pero creo que pedagogos y economistas deberían
relativizar un poco sus posiciones. Es más, sé que otros lo hacen, incluso los
de hoy en otras ocasiones, lo que me lleva a que quizá deba también la prensa buscar
menos contrastes.
Los pedagogos
podrían empezar a reconocer que las cosas no han ido muy bien hasta la fecha
(claro que siempre queda echar la culpa a los psicólogos y viceversa) y que en
PISA, PIAAC, TALIS, ESSIE, PIRLS, TIMMS, EGD y lo que venga hay mucho valor
añadido y mucho más que se podrá añadir mejorando los datos y los análisis. En
cuanto a los economistas, bienvenidos al tajo (yo leo con mucho interés a
FEDEA, Nada es gratis, etc., y en la
mencionada XVII CSE, a propuesta mía, uno de ellos da la conferencia
inaugural), pero, dado el estado en que se encuentra el ámbito que les es más
específico, la economía real, y lo poco que han ayudado a prevenirlo,
arreglarlo o siquiera entenderlo, no creo que estén en condiciones de tirar ni
la primera piedra ni la última, y sí que harían bien en dar un repaso más
detenido a lo que ya se ha hecho antes de su desembarco.
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