26 dic 2017

Desigualdades educativas en la sociedad digital

Zoom Social 02/2017 (Introducción), Fundación Alternativas

El mundo educativo presenta una resistencia a la incorporación al ecosistema digital que contrasta con su velocidad de expansión en el trabajo, el hogar, el ocio o la política. Esta resistencia deriva de la desconfianza hacia cualquier medio que no sea el medio escrito, en torno al cual gira la escolaridad, pero también de una pretendidamente necesaria resistencia a sus posibles efectos antiigualitarios. Las tecnologías de la información y la comunicación, los nuevos medios digitales, etc, no solo serían el objeto de negocio de poderosos actores industriales sino también una avanzadilla de la mercantilización de la enseñanza y el ariete de nuevas desigualdades.

Esta alarma se ha expresado a menudo en la idea de una brecha o fractura digital que separaría a inforricos de infopobres, a los que tienen de los que no, etc., una división binaria dañina para la infancia y la adolescencia en una sociedad ya desigual y más en una época de crisis y recorte del gasto. Los datos, sin embargo, muestran que la brecha en el acceso no es tal, no es una división binaria, sino una desigualdad muy gradual, y que se cierra más rápido que para cualquier otra tecnología anterior, y mucho más que para las vinculadas a la educación (como la escritura y el libro, o la escuela misma, que necesitaron milenios o siglos).

Por el contrario, lo que se abre es, más allá del acceso, una grave brecha en el uso, en la capacidad de utilizar y aprovechar para el desarrollo personal y social propio y ajeno las capacidades del nuevo entorno o, al contrario, verse reducido a su recepción pasiva como consumo, entretenimiento e incluso manipulación. Esto se revela en datos más pormenorizados sobre la variedad de usos y sobre los usos más complejos. Entonces encontramos una fuerte desigualdad asociada, sobre todo, al nivel de estudios, que parece aumentar, y a la edad, que persiste pero disminuye.

Precisamente es la mayor diversidad y flexibilidad del ecosistema digital lo que, al hacer que cada persona dependa más de sus propios recursos culturales, y por tanto del capital cultural del medio familiar y la comunidad próxima, genera el mayor riesgo de desigualdad. La respuesta a este potencial de desigualdad en la sociedad debería ser, como lo fue ante la llegada del medio escrito e impreso, la escuela, pero todo indica que, al menos de momento, no va a ser así.

La lentitud de la integración de la escuela en el ecosistema digital (o viceversa, tanto da) condena a una posición de neta inferioridad en éste a los individuos y familias peor situados. No solo eso, sino que, después de un arranque en el que la escuela pública, mayoritaria y con un alumnado de estatus socioeconómico algo inferior al de la privada y concertada, comenzó con un nivel de equipamiento claramente superior, los indicadores sobre los usos del mismo parecen apuntar a que ésta está haciendo un uso más intensivo y más vinculado a las actividades propiamente de educación y aprendizaje. En suma, que apunta el riesgo de que la propia institución escolar, en vez de compensar las desigualdades en el ecosistema digital que la rodea, las reproduzca e incluso las refuerce.

22 dic 2017

Som escola: amén

Mi tribuna de ayer en El País
“A la voz de ¡A mí la Legión!, sea donde sea, acudirán todos y, con razón o sin ella, defenderán al legionario que pida auxilio.” Así reza el cuarto “espíritu” del Credo Legionario, obra de Millán Astray. Ignoro si aún lo practica el Tercio, cuánto y cómo, pero leo u oigo todos los días su equivalente para la escuela de Cataluña. Si durante años menudearon las críticas contra el sesgo nacionalista en la enseñanza, tras el 1-O ha habido una oleada de denuncias. Con tal crispación, raro sería que, con más de cinco mil centros y ciento veinte mil profesores, no hubiera pasado nada antes ni después de la intentona secesionista; incluso milagroso, dado el porcentaje de docentes que se definen catalanes pero no españoles o que votan a ERC, más del doble que en el conjunto de la población (datos del CIS). Lo cierto es que ha pasado, pasó antes y pasará en el futuro: actividades sectarias, textos tendenciosos, docentes que confunden profesión y fe y, sobre todo, el empeño nacionalista en manipular la escuela. ¿Cuánto? La respuesta es sencilla: demasiado.
¡Respeten a maestros y profesores, no les amenacen más! (Puigdemont) ¡La escuela catalana no se toca! (ERC). Es “atacar la profesionalidad de los docentes, injuriarlos… atemorizarlos” (Ponsati). Right or wrong, our country! (Por mi país, con razón o sin ella), brindis atribuido al comodoro Decatur, pasa por ser el ejemplo más prístino de ideología patriotera (como decir: “Por mi madre, borracha o sobria” –G.K. Chesterton). Al menos Decatur admitía que su país pudiera estar equivocado (wrong), lo que no hace la legión nacionalista. No cabía esperar otra cosa del presidente, el partido o la consejera de ocasión que ya utilizaron las escuelas y a la comunidad educativa como escudo material y humano para su plebiscito.
Sí cabía hacerlo de Som Escola, marca que agrupa a medio centenar de entidades relacionadas con la educación. “Somos escuela”, dicen, “democrática, cohesionadora, catalana.” Resulta un insulto a la inteligencia propia y ajena celebrar y atribuirse la “cohesión” de la desgarrada Cataluña, pero así lo hacen. Política aparte, Cataluña es, según FOESSA, la cuarta comunidad más desigual en renta por la diferencia interquintiles y la sexta por el índice de Gini, los indicadores más aceptados. Sobre educación, Som escola alega que la EGD (Evaluación General de Diagnóstico), da iguales resultados en las pruebas de castellano a Cataluña, 502 puntos tanto en primaria (2009) como en la ESO (2010), que a España, 500. Aparte del truco de utilizar para España la puntuación “promedio”, media de las medias territoriales –las CCAA, Ceuta y Melilla–, en vez de la media conjunta, que es de 504, para situar a Cataluña levemente mejor en vez de peor, que es más real, lo relevante es que en la EGD de primaria, 2009, Cataluña está siempre peor de lo que correspondería a su composición social (ISEC: índice socioeconómico), su PIB y su gasto por alumno (pp. 126-7, 167, 170); en la de ESO, 2010, se añade a ello el nivel educativo de los adultos (pp. 107-8, 164-9). En suma: Cataluña está algo bajo la media de España a pesar de heredar un capital económico y cultural bastante superior, y ese uso incompetente, o contraproducente, es lo que hay que explicar, no ocultar.
Som Escola recurre también a PISA 2009 para argumentar que la desventaja de los hispanohablantes se debe en parte a su condición socioeconómica (¿no había tanta cohesión?) pero choca que ignore PISA 2015, que sitúa a Cataluña siempre en tercer o cuarto lugar, entre las diecisiete comunidades, por la desigualdad de resultados ligada al estatus socioecónomico (ESCS), y otro tanto por la desigualdad entre nativos e inmigrantes. O con el índice más bajo en el sentimiento de pertenencia a la escuela entre el alumnado, con la mayor diferencia entre españoles e inmigrantes (vol. III, pág. 510); la segunda diferencia más alta en la satisfacción vital de los alumnos según su ESCS y la primera según su nivel de competencias (III, 502-5); la tercera en la diferencia de rendimiento asociada al ESCS y a la nacionalidad (III, 450-4). En suma, cualquier cosa menos la admirable cohesión que se insiste en vender y en la que, sin duda, no pocos catalanes creen. Una ficción construida, en este caso, vía cherry picking, es decir, seleccionando los datos que convienen y evitando los que no: lo último que debería hacer un educador.

Cohesionadora, pues, más bien poco, según todos los datos. Democrática, tampoco mucho, pues no lo es esa fingida o impuesta unanimidad. Catalana sí, pero a su manera, sin admitir otra.

18 dic 2017

Más escuela y menos aula. La innovación en la perspectiva de un cambio de época


Ya está a la venta mi último libro, aquí

Decimos que vamos a hablar de educación y nos ponemos a hablar de la escuela. Es obvio, no obstante, que hay mucha educación sin escuela, así como que hay mucho aprendizaje sin educación. Apenas reflexionamos sobre hasta qué punto y con qué consecuencias se ha reducido el contenido de la escuela a la enseñanza y su organización al aula. La scholé griega clásica era una formación libre, muy lejos de lo que luego representarían la palmeta del maestro medieval o el aula de la era industrial. El aula encarna todo lo que en su día fue la escuela de la modernidad y hoy es una pesada carga decimonónica: la categorización burocrática del alumnado, los objetivos y procesos de talla única, el aburrimiento de unos y la frustración de otros, las rutinas que matan la creatividad, la soledad e impotencia del docente, el último reducto antitecnológico. Lejos de volver a proclamar la muerte de la escuela, el autor plantea que el problema no es esta, insustituible en nuestro tiempo tanto para el cuidado como para la educación de la infancia y la adolescencia, sino su reducción a un conjunto de aulas apiladas. Por eso las mejores y más potentes iniciativas innovadoras rompen con el aula metodológica e incluso físicamente, sustituyéndola por avances hacia la hiperaula, caracterizada por espacios más amplios, flexibles y libres; por la reorganización y porosidad de los tiempos; por la continuidad entre realidad física y virtual, entre lo proximal y lo distal, entre la escuela y la comunidad; por la alternancia del trabajo en grupo, en equipo e individual; por la combinación de las disciplinas en proyectos; por la integración permanente de microequipos docentes en ella. 

Índice:

NO TODOS ANHELABAN LA ESCUELA
Hace falta una aldea… pero ya no quedan
Que la escuela no obstaculice la educación
Esa izquierda antaño desconfiada
La osadía de los desescolarizadores
Y ahora llegan los tecnoevangelistas


EL TRIUNFO DE LA INSTITUCIÓN
La Antigüedad, de la educación a la escuela
En la prehistoria de la institución
Una institución recreada en la modernidad
¿Cuál fue o es la escuela-fábrica?
Por qué la lectio aguanta mejor que el broadcast


¡ES EL AULA, ESTÚPIDO!
Cuando en la escuela no había aulas
Cuando en la escuela no había clases
Ignacianos, moravianos y lasalleanos
El siglo XIX: de la escuela al aula
El aula del futuro -un oxímoron


EL NUEVO ENTORNO TECNOLÓGICO
La tecnología siempre ha estado ahí
El libro de texto como organizador del aula
Dos efectos inconexos de la digitalización
Y lo que puede venir, que es lo interesante


MÁS ESCUELA, PERO NO MÁS DE LO MISMO
Distintos escenarios de futuro
Situar al centro en el centro
El estallido del aula convencional
La hiperaula y el retorno a la escuela


PROFESORES: ¿HAY VIDA DESPUÉS DEL AULA?
Cinco formas de coordinar el trabajo
¿Es posible una profesión sólida?
El microequipo en la hiperaula
Reprofesionalizar la función docente
Tres exigencias para estar a la altura


En este vídeo lo presento: https://www.youtube.com/watch?v=-HO6-bVY9yo