1.
Con
la digitalización vivimos un cambio social equiparable al que en su día, con la
imprenta, supuso el arranque decisivo de la institución escolar, pero más veloz.
Paradójicamente, es más fácil crear una institución de la nada que
transformarla con toda su pesada inercia, por lo que entramos en una larga
travesía experimentación, incertidumbre y resistencias.
2.
El
despliegue de los recursos digitales configura un nuevo ecosistema del
aprendizaje que integra lo oral, lo impreso y lo digital; la enseñanza, la
colaboración y la experimentación; el aula, el hogar y la comunidad. No son herramientas complementarias, sino un
entorno nuevo, inesquivable y que debe ser dominado por alumnos y profesores.
3.
Más
allá de una metáfora ingeniosa sobre las actitudes generacionales, la
distinción alumnos-nativos/docentes-inmigrantes es un error y entraña el riesgo
de la inacción. Los alumnos precisan que la escuela fomente y oriente su alfabetización
digital; los profesores tienen la obligación profesional de formarse para poder
hacerlo.
4.
El
acceso a la tecnología, por esencia cambiante, siempre será en grado desigual y
con riesgo de exclusión, pero la tecnología digital cierra su brecha mucho más
rápido que sus antecesores escolares, la imprenta y la lectoescritura, reduce
más y en menos tiempo su coste y permite ya un uso prácticamente ilimitado y
gratuito de la información.
5.
La
verdadera brecha digital está en el tipo de uso, en el que se reproducen y
amplían las desigualdades de capital cultural entre individuos, hogares y
grupos sociales a lo largo de las viejas divisorias: clase, etnia, género, funcionalidad,
ciudadanía, hábitat y territorio. Es aquí, más que en el acceso, donde están
los desafíos de la inclusión y la equidad.
6.
La
brecha invisible y más amenazante es la que se abre entre escuela y sociedad,
profesor y alumno, intramuros y extramuros. La escuela es sobrepasada por la
sociedad y la enseñanza por la tecnología, lo que amenaza con una creciente
irrelevancia de la institución. Nativos o no, los alumnos viven en la escuela
como expatriados de su medio habitual.
7.
La
formación docente en el uso de los recursos digitales es inadecuada.
Insignificante en la universidad, errática en el trabajo, sesgada hacia la
informática de usuario en detrimento de la competencia pedagógica digital y sin
vinculación a proyectos colaborativos. El énfasis de los productores de
recursos se mueve hoy, por ello, hacia la formación y el coaching.
8.
La
tecnología entra bien en la trastienda escolar (administración, preparación,
comunicación), pero lo hace mal en el aula; cuando es aceptada en esta, se
suele someter a las viejas rutinas (la lección magistral, el estudio
individual, el ritmo y el método únicos, la evaluación de resultados); los usos
habituales fuera del aula son rechazados o temidos dentro de ella.
9.
La
mayoría de los docentes celebra la disponibilidad de recursos pero se ve
abrumada por su abundancia, reconoce que crean oportunidades pero se declara sin
tiempo para explorarlas, utiliza recursos libres o no pero entiende poco de
recursos abiertos, quiere tener la posibilidad de personalizar lo que use pero
produce y devuelve poco al procomún.
10.
En el
aprendizaje, como en todo lo relativo a la información, ya no manda el
contenido sino el método, en especial la autodidaxia y la colaboración entre
pares que crecen junto a la enseñanza, pero este horizonte es a menudo ignorado
y resistido por la institución y la profesión, con una fricción cada vez más
intensa y clara entre cómo se aprende en la vida y en la escuela.
11.
La
innovación asociada a la tecnología tiene su mejor escenario en los niveles meso de equipos, centros y redes, con
ventaja sobre los niveles macro de
las políticas y micro del aula. Esto
redobla la importancia de la dirección,
los proyectos de centro y las iniciativas de colaboración entre estos, con
carencias que se siente más en la escuela pública.
12.
El
avance del entorno educativo digital resitúa a sus actores. Algunos son nuevos,
como empresas tecnológicas, consultoras, nuevos entrantes del mundo editorial y
nuevas redes profesionales. Otros se reconvierten, como los editores, hacia la
oferta de servicios, o las administraciones, del intervencionismo detallista a
la arquitectura organizacional. Otros quedan al margen, como los sindicatos o
los viejos movimientos de renovación.
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