El Instituto Nacional de Administración Pública reestrena campus virtual y estrena blog, Aprendizaje Conectado, para el cual he escrito este texto
Un campus es... eso, un lugar relativamente verde que concentra varios centros de estudios superiores. La fórmula es centenaria, desde las viejas ciudades universitarias (Bolonia, Salamanca, Oxford y Cambridge…) hasta los campus de hoy (la UCM-Moncloa, UAB-Bellaterra, UAM-Cantoblanco, Cambridge-Massachussets, Stanford…), y tan exitosa que ha sido adoptada con entusiasmo por las empresas punteras en la economía del conocimiento (Google en Mountain View, Microsoft en Redmond-Seattle, Apple en Cupertino, Facebook en Menlo Park...).
Las plataformas de gestión o entornos virtuales de aprendizaje como Moodle, Blackboard, Dokeos-Claroline-Chamilo y otras se apresuraron a denominar campus virtual al sitio web en el que una universidad ofrece acceso a la información y a ciertas herramientas de gestión, enseñanza y aprendizaje para sus asignaturas, cursos y titulaciones, en principio los ya existentes fuera del mismo y quizá alguno más. Lo hacían y lo hacen porque el campus virtual reproduce fielmente la estructura de la enseñanza formal: despliegue de los planes de estudio, programas de las asignaturas, lecciones-presentaciones, bibliografías, textos digitalizados, tablones de anuncio… de forma liviana y a la velocidad de la luz y accesibles en todo momento y desde todo lugar.
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Content is king fue el título de un artículo de 1996 con el que Bill Gates quiso rebajar la alarma provocada entre los medios de comunicación tradicionales por el ascenso de la internet. “Es en el contenido donde espero ver gran parte del dinero real que se hará en la internet, al igual que sucedía en los medios de comunicación.” La idea se atribuye también, por cierto, al ya mencionado Villalonga, quien aseguraba que, sin ese contenido, las empresas de comunicaciones no serían más que las tuberías.
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Y en eso llegó la pandemia, que nos ha obligado a suspender unas actividades y posponer otras, en particular prácticamente todas las de enseñanza y aprendizaje y, entre ellas, los cursos selectivos y másteres que en estos días se inician o reanudan. Concentrarse, estar cerca de otra persona o pasarle un papel entraña un riesgo notable, por lo que durante un tiempo seguiremos en nuestras casas, nos veremos por videoconferencia y no nos daremos nada que no sea digital. Todo ello es fácilmente sustituible, aunque pueda requerir un notable esfuerzo de actualización técnica a muchos profesores y alumnos y a los servicios administrativos tras ellos. Se trata, como solemos leer estos días en numerosos documentos y noticias, de “trasladar” al entorno virtual la clases y lo que oficialmente las acompaña; o sea, pasar de una tubería a otra. Lo que ya no resulta tan fácil es “trasladar” la interacción entre los alumnos y con los profesores, el tiempo no estructurado, los espacios de encuentro, las relaciones informales, el clima social, las casualidades y la serendipia, la comunicación no verbal, etc., que puede parecer secundario pero es lo que distingue al aprendizaje “presencial” de la enseñanza “a distancia”.
Lograrlo en la mayor medida posible, renunciar a lo mínimo de lo que ya teníamos y añadir algo que no teníamos, es el esfuerzo en que está ahora empeñado el INAP en todo lo que concierne al aprendizaje. Porque la materialidad del aprendizaje, y de la enseñanza, es mucho más, más compleja y más rica que una tubería, nuestro reto es pasar del entorno físico al virtual, prescindir –por un tiempo– de la presencialidad sin renunciar a la interactividad ni a la socialidad. Si lo logramos, o en la medida en que lo logremos, no sólo amortiguaremos el golpe y mantendremos los objetivos, sino que daremos un salto en nuestra capacidad de explotar las oportunidades del ecosistema digital ahora y en el futuro.
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Parte de este esfuerzo se ve ya en el rediseño y el reforzamiento de este Campus Virtual, más accesible, más amigable, con contenidos enriquecidos y mejores herramientas. Parte ha venido también con la puesta en marcha del ecosistema GSuite/Classroom (inap.info), que permitirá el trabajo colaborativo, especialmente entre estudiantes, en tiempo real, con herramientas más potentes y en un entorno más intuitivo. Parte esencial es, cómo no, el diseño y rediseño de las actividades que ha debido llevar a cabo el profesorado, ajustado ahora el nuevo entorno y a la excepcionalidad del momento. Y, last but not least, parte esencial será también el esfuerzo de los estudiantes, no sólo por la novedad de la situación y el plus de compromiso necesario sino por la importancia funcional de la retroalimentación que necesitamos y esperamos de todos, tanto más siendo una cohorte más joven y más nativamente digital, incluido un contingente cuya especialidad profesional es justamente ese entorno. Con el esfuerzo de todos superaremos la emergencia y hasta la recordaremos, después, como una crisis que supimos convertir en oportunidad.
"Sigo" a Mario Fernández Enguita en su blog. Leo las publicaciones de Mario Fernández Enguita desde hace años. Es una persona que sabe de lo que habla, aunque en no pocas ocasiones no estoy de acuerdo con lo que escribe. En bastantes ocasiones, al leer a Mario Fernández Enguita, tengo la sensación de hacer muy mal mi trabajo (profesor de secundaria). Es más, me siento "regañado". !Qué lo voy a hacer¡, es cosa mía. Leo una entrada ("Un campus es un campus...") en la que se presenta un mundo educativo que hace bien su trabajo. Y, aunque no sea el mío, respiro tranquilo. Reciba un saludo, Víctor Manuel Santidrián Arias
ResponderEliminarCon el transcurso del tiempo, la brecha seguirá ampliándose.
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