El pasado fin de semana nos reunimos en Logroño una treintena de sociólogos, politólogos, economistas y más a invitación de Pablo Simón y en e marco de la Conferencia sobre el Futuro de Europa, auspiciada por el Parlamento, el Consejo y la Comisión europeos, con organización de la SEUE y apoyo del Centro Reina Sofía, en la (sub) Conferencia por la Equidad Intergeneracional. Desde y para el debate dentro del grupo de trabajo sobre educación, uno de los cuatro en que nos organizamos, preparé este borrador de conclusiones para el último día. Ni es obra mía, porque se apoya en el trabajo de todo el grupo, ni es responsabilidad de nadie más, puesto que es un borrador personal que sólo tendrá algún reflejo en las conclusiones generales. Pero ya que lo he escrito, y porque creo que invocamos mucho la educación para un mundo en cambio, el aprendizaje a lo largo de la vida, etc., pero lo que hacemos es poco y lento, aquí va.
Pasó el tiempo en que el ciclo vital podía dividirse en tres etapas sucesivas de crecimiento y formación, responsabilidad y producción, y retiro. La etapa central de la vida, productiva, es escenario de un cambio acelerado por la innovación tecnológica y la globalización, mientras que la inicial y la final se prolongan en sí y se conectan por transiciones más largas y complejas a la central. Vivimos más años, lo que hace necesarios también más años de formación y de vida contributiva.
La educación inicial vive un crecimiento constante desde mitad del siglo XX, sin que veamos todavía el límite, si bien se cuestionan su adecuación a las necesidades de una vida activa en todos los ámbitos, empezando por el trabajo, y su promesa de movilidad social.
La innovación tecnológica y organizativa, junto a la mera prolongación de la vida activa, generan un aumento de la movilidad en el trabajo y entre este y paréntesis de desempleo y/o formación, pero el largamente anunciado aprendizaje a lo largo de la vida es insuficiente, se estanca o incluso retrocede y sigue una sesgo polarizador (efecto Mateo).
Ante esto proponemos una acción decidida a lo largo de varias líneas:
En cuanto a la educación inicial, y sin caer en promesas de que esta vaya a solucionar lo que no puede ni le corresponde, consideramos que debe asegurar que nadie se quede atrás, que todos salgan de ella con un bagaje suficiente para una larga y cambiante vida activa plena y fructífera, lo que en la actualidad se traduce en el objetivo compartido de una titulación post-obligatoria, como mínimo, y oportunidades generalizadas de educación superior y desarrollo profesional. Esto requiere:
- La eliminación en el mínimo plazo de los mecanismos más disfuncionales que truncan los estudios de tantos niños y jóvenes: repetición de curso, no titulación al término de la enseñanza obligatoria, insuficiente oferta de formación profesional, con el objetivo de un AET = 0.
- La atención y el apoyo específicos a los alumnos en desventaja o con necesidades especiales con políticas decididas de oferta de escolaridad gratuita en 0-3 años, de refuerzo a los individuos y grupos vulnerables, de respuesta adaptativa a la diversidad y que reviertan y eviten la segregación escolar (entre e intracentros) a lo largo de la enseñanza obligatoria.
- La transformación en profundidad la organización y la experiencia escolares y su relación con la comunidad, heredados del templo y pensados para la fábrica, reestructurando espacios, tiempos, relaciones y procesos de modo que anticipen y formen para una sociedad diversa, compleja, fluida e incierta, desarrollando ya sobre el terreno las competencias del siglo XXI.
- La transformación pedagógica, apoyada en la ineludible transformación digital, alineando los cambios en las formas de organización, aprendizaje y enseñanza con la revolución en curso en los ámbitos de la información, la comunicación y el aprendizaje extraescolar y caminando hacia las pedagogías experienciales y el diseño universal del aprendizaje
- Una gestión de los recursos humanos, incrustada en la cultura de las organizaciones empleadoras e impulsada desde los poderes públicos, que favorezca la compatibilización del trabajo remunerado, las responsabilidades familiares y la formación recurrente sin que las cargas correspondan en exclusiva al trabajador, sobre todo entre los colectivos en desventaja.
- Una desagregación y modularización de las nuevas ofertas formativas y de las ya existentes, en términos de competencias, que permita a los adultos acogerse a itinerarios formativos personalizados según sus necesidades y su bagaje y practicables en sus condiciones de vida, evitando en todo caso la idea de reescolarizarlos o de forzarlos a adaptarse a los tiempos y formas de la escolaridad.
- La transformación de los centros escolares en núcleos de desarrollo comunitario, ampliando los servicios a la infancia y la juventud, añadiendo servicios a la comunidad y en particular a las personas mayores, constituyéndolos en focos de acceso a las TIC (equipamiento, contenidos y conectividad) y propiciando en ellos un apoyo escuela-comunidad en ambos sentidos.
- Desarrollar para el contexto europeo un marco y mecanismos público-privados de definición y acreditación de las competencias, como ya se ha hecho en el ámbito de las lenguas, especialmente para las llamadas competencias blandas y para las demandadas por la evolución tecnológica (digitales, computacionales…).
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