Mi tribuna en Cuadernos de Pedagogía 500, julio de 2019
La innovación exige hoy desplazar el eje de la enseñanza al aprendizaje, a la estructura profunda de la institución escolar y la experiencia del aula. Abordar el producto y el proceso, apostar por la eficiencia en vez de la demanda inagotable y a menudo ineficaz de más recursos y abordarse de manera abierta y colaborativa con otros actores institucionales y profesionales.
¿Qué es la innovación? Innovar no es inventar, pues la mayoría de los inventos carecen de uso práctico, o tardan en encontrarlo (son soluciones en busca de un problema). Tampoco es generalizar con éxito una innovación ya probada; esto es difusión, quizá reforma. La innovación está a medio camino. Una definición económica clásica es: un cambio en la función de producción. Una función de producción es, por ejemplo, que un metro cuadrado de tierra, agua abundante y unos ligeros cuidados produce, en tres meses, hasta 10 kg. de tomates; o que un profesor y 20-30 alumnos en un aula, con la tecnología habitual, producen, como media, tres cuartos de éxito en la enseñanza obligatoria.
Una distinción igualmente clásica separa las innovaciones de producto y las de proceso, aunque muchas sean ambas cosas. El primer tomate cultivado en los Andes, o luego sus numerosísimas variantes por el planeta, fueron innovaciones de producto, aunque de resultados diversos (algunos deliciosos, otros no tanto); rotación y barbecho, pesticidas, invernaderos y goteo, hidroponía, etc. han sido de proceso, con el resultado de que hoy se alcanzan hasta 80 kg. La introducción en la escuela de la lectura y la escritura, el cálculo, las lenguas vernáculas, etc. fueron de producto; la lectura silábica, la ‘matemática moderna’, el método de casos o los talleres modelo Naciones Unidas son de proceso.

Por otra parte, los cambios en el reclutamiento y en la orientación de la educación, que hoy queremos universal desde la primera infancia hasta los dieciocho o más años, inclusiva, con el máximo éxito, a la vez que cobramos conciencia de los nuevos problemas de seguridad, privacidad, autoestima, etc. en el nuevo entorno digital y reticular, nos llevan, creo, a asumir desde la escuela (no en lugar de la familia, sino en espacios a los que ésta no llega), de nuevas funciones de cuidado y tutela de los menores, más allá de la mera custodia.
No menos necesario, sino más, es innovar en los procesos. El paradigma del aula tradicional: un profesor, un grupo homogéneo, un espacio rígido, actividades y ritmos uniformes ya no se sostiene. Lo que permitió escolarizar a muchos algún tiempo y a algunos mucho, no vale para todos todo el tiempo –y aquí no sólo engañamos a otros, sino también a nosotros mismos. Los alumnos que antes eran etiquetados como inhábiles y excluidos y ahora queremos incluir y llevar al máximo de sus posibilidades, no lo aceptan. La generación que accede a internet en cualquier momento y lugar no puede creer ya que lo que le ofrece el aula valga lo que le exige a cambio. Por añadidura, una buena educación escolar no se puede escalar ad infinitum, reduciendo sin fin las ratios además de los horarios o los años de servicio, ni hace falta. En los próximos años veremos innovaciones cada vez más profundas en la estructura básica de la vida escolar (espacios, tiempos, secuencias, evaluación…) y esfuerzos crecientes por organizarla en torno al aprendizaje, no a la enseñanza, valiéndonos para ello, además del profesor (que será menos transmisor de contenidos y más diseñador de entornos, situaciones, experiencias y procesos), con el uso de otros recursos (colaboración entre pares, tecnologías interactivas, recurso a la red y la comunidad, enseñanza y colaboración en línea…).
No menos común es distinguir innovación cerrada, que nace y queda en un recinto, típicamente una organización o un grupo profesional (como escuela y profesorado), y abierta, cuando nace y progresa distribuida entre organizaciones y grupos y es compartida. La tradición escolar y docente es la primera, pero muchas ideas, incluidas algunas de las mejores, sobre el aprendizaje vienen hoy de otras entidades (empresas, ejércitos, ONGs) y grupos (informáticos, arquitectos, comunicólogos…), y hay que aprender de ellos y a trabajar con ellos.
Interesante articulo, les cuento que me estoy iniciando con curso en animaciones 3D, juegos y entornos interactivos, ya que me gustaría estar en la realización del montaje y postproducción de audiovisuales
ResponderEliminar