Reproduzco la entrevista en eldiario.es que me hizo Pau Rodríguez, publicada anteayer
Mariano Fernández Enguita es catedrático de Sociología en la Universidad Complutense de Madrid (UCM). Con él hablamos de la gran lacra del sistema educativo español, en cuya investigación se ha especializado, y que no es otra que el fracaso escolar y sus derivados, como el abandono. Pero la búsqueda de sus causas y consecuencias deriva la conversación hacia otros focos de interés, como el profesorado, las desigualdades o la ley Wert. En este punto Enguita, honesto con sus puntos de vista, no escapa a la polémica: se atreve a meterse con el profesorado y con la opacidad de las escuelas.
En España teníamos un fracaso del 30% y un abandono del 40% antes de que estallara la crisis. Brutal con respecto a otros países. ¿Por qué?
Las causas son múltiples. Empezaríamos por el legado de un país que subió tarde al tren de la modernización y cuyo sistema educativo no fue universal hasta los 80. Pero esto también pasó en Corea y míralos ahora. Hay otros problemas estructurales obvios que se pueden abordar. Tendemos a suspender mucho, se repite demasiado y luego al hacer bandera de la FP se cerraron muchos caminos para los que no sacaran el graduado escolar.
En ningún otro país se repite como en España. Uno de cada tres alumnos repiten antes de los 15.
¡Y todavía hay quien dice que suspendemos poco! Pero estos son a menudo los maestros que creen que si un alumno suspende su asignatura, que es una entre diez, debe repetir todo el conjunto. Repetir es inútil: no gana nada el alumno, ni el grupo... Además, permite al alumno cumplir 16 años antes de terminar la ESO y abandonar los estudios.
¿Entonces por qué seguimos apostando por este recurso?
Por tradición cultural, seguimos pensando que hay gente que vale para estudiar y gente que no. Está interiorizado por la sociedad y por el profesorado. Y no es que digan ‘este vale y este no’, es que funcionan con la idea de que suspender al 30% de la clase es algo normal, nada extraordinario.
¿Y por qué dice que la dignificación de la FP cerró caminos?
Porque la gente que fracasa en la ESO no puede seguir estudiando. A ver, en 2005-2007 teníamos un 30% de fracaso y un 40% de abandono. Cogemos esa época en que fueron números redondos –ahora se ha reducido levemente. Se decía, entonces, que 4 de cada 10 alumnos abandonaban, ¡pero no es verdad! Solo uno de cada 10 abandonó, el resto fracasó. El 30% que fracasaron, como no pudieron sacarse la ESO, no pudieron seguir en el bachillerato o en la FP y tuvieron que abandonar quisieran o no. Habría que hacer distintos tipos de Formación Profesional o como sea, pero jamás cerrarle el camino a la gente.
El abandono y el fracaso se van reduciendo en los últimos años, en parte porque el empleo para quienes abandonaban se han reducido notablemente. ¿Podemos estar contentos?
Esto es la mitad del motivo de la reducción. A mi me gusta mirar el abandono en términos de emigración. Quienes estudian emigraciones se fijan en el pull –lo que te atrae de allá adonde vas– y el push –lo que te expulsa de donde estás–. Los que vuelven es porque el pull –lo que les atraía– ha cambiado, pero el push sigue ahí. Y es cada vez más grave porque la escuela está encasillada en lo que viene haciendo mientras el mundo está cambiando rápidamente. ¡Los alumnos cada vez se aburren más!
¿Cuales serían las posibles soluciones a este problema estructural?
Para empezar, interrogarnos sobre la primaria feliz. Parece que todos los problemas llegan en la ESO –y en cierto modo sí, porque es un shock para muchos– pero mucho viene de primaria. Con un 3% de repetición en esa etapa, parece que no pasa nada, pero es donde realmente pasa, porque el proceso de aprendizaje es acumulativo, y cuando empiezas a tener problemas ya los tienes para siempre. Una solución sería diversificar, pero hemos asumido que la gente tiene que aprender lo mismo al mismo tiempo.
La atención diversificada requiere de más recursos.
Sí, pero también de una reordenación de recursos y más imaginación. Recursos eran también los que se tiraban por la ventana cuando el profesorado se jubilaba a los 60 años con salario completo y paga de despedida. O los que desaparecen cuando haces tres o cuatro meses de vacaciones efectivas. También depende de cómo te organizes. En un colegio de dos líneas, puedes juntarlas en un grupo y que, mientras un profesor imparte la clase, el otro atienda a los alumnos.
Es bastante crítico con el profesorado, ¿por qué?
No es que yo lo sea, es que nadie lo es, o mucha gente les critica en privado y no en público. El suyo es un servicio muy intensivo en mano de obra. Todo depende de la persona, que tienen mucha libertad en el aula. Esto convierte al profesorado en lo más importante, así que no dá igual cómo lo haga. Pero el mayor problema no son los malos, que los hay muchos y deberían estar en la calle, sino los buenos, que lo son solo por vocación, porque sino hicieran nada tampoc nadie se lo reprocharía.
¿Habría que incentivarles o premiarles entonces?
Creo que para mejorar el profesorado haría falta una mejor formación y selección, sobre todo. La formación del maestro es floja, y la del profesor hasta ahora insuficiente. Por lo que respecta al acceso, no puede ser que un examen sea condición suficiente para ejercer. Debería haber luego un período de prácticas, en el que caiga gente, porque, si no, está mal planteado.
En Cataluña se avanza hacia un mayor margen del director para contratar a los docentes. Pero los sindicatos dicen que abre la puerta a la arbitrariedad.
Será arbitrario si nadie le pide cuentas al director, si a este no le importa que el centro vaya mal. Pero si tiene que rendir cuentas seguro que no coloca a su primo y a su hermana, sinó que intentará contratar a los mejores. Ahora el profesor no tiene por qué obedecer al director y le puede dar igual el proyecto educativo del centro.
¿Debe rendir cuentas también ante la sociedad?
Esta es la idea. En un país en que todo el mundo pide transparencia, y saber de qué marca es el refresco que se toma el Rey, no podemos tener un servicio público absolutamente opaco como lo son las escuelas. La gente tiene derecho a saber cuántos alumnos tienen, qué profesores, con qué antigüedad, qué titulaciones tienen, de cuántos alumnos son las clases, qué sacaron en PISA...
Esto abre la puerta a los ránkings, que favorecen a los centros de entornos más bienestantes y perjudican a los más pobres, ¿no?
Pero es que ránkings ya se hacen. Los hace la prensa, los hacemos con la selectividad... Además, todos los del gremio cuando tienen que escolarizar a sus hijos tienen en cuenta los resultados, y se lo dicen a sus amigos. ¿Por qué ellos sí y los mortales no? Tampoco voy a llevar a mi hijo a otro centro -que vaya andando, que rompa con los amigos y las actividades de la comunidad...- sólo porque sea un poquito mejor. Y la información que den los centros debe ser toda, no solo las notas. La justificación no puede ser que se nos oculta por el bien de los administrados, porque por ese motivo ocultamos también la crisis y el cambio climático.
En una entrevista reciente, el catedrático Miquel Martínez nos decía que no puede ser que dos centros de entornos contrapuestos reciban el mismo dinero público.
Sí, hay que redistribuir. Si aspiramos a que el 100% de los alumnos termine la educación obligatoria y un 85% la postobligatoria necesitamos una fuerte política compensatoria, que no solo consiste en meter más profesores. Hay que poner más recursos dónde más dificultades hay pero de manera vigilante y justificada. Porque es verdad que hay centros de entornos distintos con diferentes resultados, pero también es cierto que en un mismo medio hay centros con resultados muy diversos. Hemos de ver por qué unos van bien y otros no.
Ha hablado de renidicón de cuentas, de mayor exigencia... La ley Wert adopta el discurso de la meritocracia, ¿pero no es más bien elitismo?
Lo que ha dicho Wert es: ‘¿Tenemos un fracaso del 30%, por eso hay que dividir a la gente antes’. Pero es que se lo hemos puesto en bandeja. En 20 años de reformas llegamos con esto, porque no lo hemos atacado en primaria y secundaria. No hay nada hasta los 16 años de enseñanza que cualquier persona no pueda hacer. Lo que hay que hacer es identificar a quienes les cueste más y dedicarles más tiempo en el centro, y procurar que dediquen más en casa.
¿Qué es lo que más le preocupa de la LOMCE entonces?
Lo más grave es el adelanto de la selección, los llamados itinerarios, un problema estructural que tendrá consecuencias para todos. Luego están cuestiones evidentes pero que traerán menos consecuencias, como lo de la religión y la educación para la ciudadanía. Esto es agotador hablarlo en el siglo XXI, pero se marchará Wert y no creo que los niños se hayan convertido en fanáticos. Y por último está la evaluación y la rendición de cuentas, que podré discutir, pero tengo claro que ahora íbamos por el camino equivocado.
Wert ha tenido una cosa buena: ha devuelto la educación al debate. Pero con un efecto siniestro: vuelve a un debate de buenos y malos, lo de siempre. Todos los partidos han prometido ahora que derogarán la LOMCE, y ya. Pero no basta con eso, ¡porque no hay ningún paraíso al que volver!
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