La prestigiosa CUNY (City University of New York) acaba de meter la pata hasta el fondo. La propuesta de conoceder un título honorífico al dramaturgo Toni Kushner, autor de obras de gran éxito e impacto como Angels in America (en torno al SIDA, y que le valió el premio Pulitzer), ha sido rechazada por la oposición de Jeffrey Wiesenfeld, uno de sus administradores. El motivo es que Kushner, muy crítico con la política exterior del estado de Israel, había comparado la expulsión de los palestinos en el momento de su creación con una limpieza étnica. Kushner, que ya había sido blanco de las iras del sionismo dogmático por el guión de Munich, el film de Spielberg al que el lobby judío-norteamericano acusó de equiparar el antiterrorismo israelí con el terrorismo palestino, es, por cierto, judío él mismo y defiende la existencia del estado israelí, pero critica su política hacia Palestina y los árabes. La decisión de la CUNY ha provocado, de momento, que renuciaran a sus títulos honorarios algunos anteriores premiados como la activista y socióloga Barbara Ehrenreich, el premio Pulitzer de novela Michael Cunningham y la historiadora del maccarthismo Ellen Schrecker. Wiesenfeld arrastra un largo expediente de acusaciones de racismo. Benno Schmidt, presidente del consejo de administradores de la CUNY, ha pedido que se revise la decisión. Aunque sería mejor que nunca hubiera sucedido, confiemos en que rectifiquen y aprendamos algo del asunto.
No hace mucho tuvo lugar un incidente distinto, pero con elementos comunes, en Argentina. La invitación a Mario Vargas Llosa a inaugurar la Feria del Libro de Buenos Aires dio lugar a una carta colectiva promovida por el director de la Biblioteca Nacional, Horacio González, profesor de la UBA, sociólogo y kirchnerista. Pretendían que se revocara la invitación, o boicotear el acto, por el alineamiento político liberal del premio Nobel y su posición crítica hacia los gobiernos de corte populista en Latinoamérica, empezando por los de los Kirchner. Por supuesto, todo envuelto en una combinación de reconocimiento de la literatura del novelista peruano con una condena de su activismo político... pero se trataba de inaugurar la Feria del Libro, no un congreso justicialista. En este caso, la reacción de la presidenta Cristina Fernández fue rápida y acertada, llamando a capítulo a sus airados partidarios y garantizando la presencia del nóbel, que hizo un discurso sobre La libertad y los libros, brillante como siempre y dedicado a la literatura, que era el tema, pero sin rehuir su compromiso, aunque esté orientado por ideas que no es obligado compartir.
No hay que hacer mucho esfuerzo para recordar casos parecidos por aquí. Por ejemplo, la brutal ofensiva de la Comunidad de Madrid contra el rector saliente de la Universidad Complutense por la celebración en ella de un acto de apoyo al juez Garzón (ya saben: Garzón el del caso Gurtel, Gurtel el caso del PP). En el otro extremo del arco podríamos situar los repetidos incidentes protagonizados por estudiantes universitarios más o menos iluminados, autoproclamados progresistas o revolucionarios y empeñados en no permitir hablar en público a personajes tan diversos como J.M. Aznar, Rouco, Rosa Díez, Feijóo, Ibarretxe o Savater.
Trátese de sionistas, peronistas o altermundistas; de estudiantes, burócratas o lobbistas; de demócratas norteamericanos, conservadores o radicales españoles, populistas sudamericanos... el hilo conductor es siempre el mismo: la falta de compromiso con la libertad y la disposición a emplear la razón de la fuerza cuando no se confía en la fuerza de la razón. Indignante.
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