Las escuelas no son máquinas, ni fábricas, en que el producto está inscrito en el sistema, sino instituciones en las que profesionales con mucha autonomía —los profesores—, trabajan con y sobre elementos bastante plásticos, —los alumnos— en un proceso muy flexible y algo incierto —el aprendizaje—. Consecuencia: los resultados dependen poco del sistema y mucho de los agentes, como en todas las instituciones, y la responsabilidad de aquél es precisamente dotar de recursos, pero también de autonomía y de responsabilidad a éstos. Pero aprender es un derecho/obligación universal, mientras que enseñar es un trabajo voluntario y retribuido. El mal resultado medio de los alumnos españoles es sólo eso, una media. Tras ella hay grandes diferencias de resultados que obedecen a no menores diferencias de procesos de los alumnos y en los centros. Hemos decidido vencer las primeras, pero todavía no somos capaces de afrontar las segundas.
La pregunta es: ¿has hecho tu parte? La Constitución de 1812 imponía este cierre al juramento de cualquier cargo: “Si así lo hiciereis, Dios os lo premie, y si no, os lo demande.” Dejando a Dios de lado, la idea es buena.
(Publicado en Escuela)
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