Para qué discutir. Estos expertos sexuales definen alegremente lo normal y, de rebote, lo patológico. Si se limitasen a informar de lo que consideran típico o atípico, o a señalar lo que contraviene sus normas sin querer imponerlas a los demás, todo iría bien: de gustibus non est dispuntandum. Pero el respeto a la libertad ajena nunca fue su fuerte.
Bueno, pues estos sujetos y otros como ellos seleccionan y aleccionan a más de 17000 profesores de religión en centros públicos (a los que paradójicamente paga el Estado y cuyo puesto de trabajo defiende algún sindicato despistado) y a casi 9000 profesores religiosos en centros privados católicos; y sus criterios pesan mucho en la selección de más de otros 72000 profesores seglares en éstos (FERE, Informe 2002-2003). Sumados, los 100000 hijos de S. Luis.
Vale la enseñanza, pero no la educación sectaria. Al César lo que es del César y a Dios lo que es de Dios —y la escuela es del César. Creo que va llegando la hora de culminar la separación iglesia-Estado, evacuando definitivamente a aquélla de las instituciones públicas. Sin prisas, pero sin pausas.
(Publicado en Escuela)
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