No sé si los homosexuales agradecerán la generosa carta de la bióloga Elena Escudero en El País de 23/7, pero yo, desde luego no lo haría. Salir, a estas alturas, defendiendo el carácter “tan biológicamente natural” o el “sustrato cerebral” y otros "determinantes biológicos" del homosexual, aunque sea en pro del respeto a su “condición”, me parece tan pedestre como las discusiones sobre el cráneo vasco, el fenotipo criminal, la superioridad aria o el negro sin alma. Si alguien se lo propone, pronto habrá también una “amplia literatura científica” (es decir, de biólogos temerarios) en torno a los determinantes naturales de la condición célibe de curas y monjas, etc. Con o sin concomitantes biológicos, la homosexualidad debe ser asumida, respetada y protegida como una opción libre de hombres y mujeres libres en una sociedad libre. Lo demás son pamplinas, tal vez bienintencionadas pero sólo pamplinas y, a veces, peligrosas. ¿O es que, si mañana la "moderna ciencia" cambiara sus conclusiones, la profesora Escudero iba a mirar a los homosexuales con otros ojos?
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