Me preguntan
qué hago yo en clase. Ya que las pío
tanto sobre la crisis de la institución y las potencialidades de la
tecnología, las redes, etc., ¿qué demonios hago?
Lejos de mí la
pretensión de proponerme como ejemplo, pues nunca he pensado ser tal. Se me da
mejor ver, describir e interpretar lo que hacen los demás, y me temo que
también se me da mejor analizar lo que va mal que sugerir lo que podría ir
bien. Pero supongo que debo asumirlo como un problema de transparencia, casi de
disclosure.
Yo doy clase en
un contexto especial, que no es directamente trasladable ni a
primaria ni a secundaria ni creo siquiera que lo sea al conjunto de la
enseñanza superior. Aunque, por mi dedicación como investigador a la educación,
mucha gente infiere que me he pasado la vida dando clase a futuros o presentes
profesores, lo cierto es que casi siempre he dado clase a estudiantes de Sociología
(excepcionalmente de Economía) y sólo en los últimos tres años, incluido éste,
vengo dando clases en una Facultad de Educación y, por tanto, a futuros
educadores.
Aunque he dado
otras materias, en este momento imparto clases en el nivel de máster y en el de
grado. En el primero, dentro del Máster de Formación de Profesorado de
Secundaria, donde me encargo de un par de grupos de Sociedad,
Familia y Educación, y en otro máster un poco simplona, ampulosa y
redundantemente denominado "Máster Universitario en Estudios Avanzados de
Pedagogía" (¡ufff!), en el que imparto Sociedad,
Educación y Estado del Bienestar. También doy Sociología de la Educación en un grado de Magisterio (Educación
Primaria), pero un tanto especial, pues se trata del llamado grupo bilingüe, para el cual es una
asignatura monolingüe (en inglés), lo que entraña el privilegio de cierta
sobreselección del alumnado. En realidad, no obstante, haría lo mismo en
cualesquiera otras materias.
La Universidad
Complutense cuenta con un Campus Virtual
en el que se puede elegir entre dos plataformas de gestión de contenidos (LCMS): Moodle y Sakai. Me gusta más Sakai, aunque también he utilizado la otra. Pero, ciertamente, prefiero
usarlas lo menos posible y recurrir a sistemas más abiertos. Yo mismo promoví una
de estas plataformas, concretamente Dokeos (antes Claroline), cuando dirigía el
Departamento de Sociología y Comunicación de la Universidad de Salamanca. Era
2004, y la Universidad no tenía ninguna
plataforma de uso general, aunque unos pocos (muy pocos) profesores,
departamentos y centros contaran con sus propias instalaciones. Sobre Dokeos
organizamos el portal Demos (http://demos.usal.es), que todavía funciona pero
ha sido arrinconado por Moodle, la opción del Rectorado, aunque a mi juicio era
superior a este. El problema es que entonces estas plataformas de de gestión de contenidos de aprendizaje añadían un conjunto de herramientas inaccesibles fuera de ellas, mientras que
ahora las hay iguales y mejores al alcance de todos -al menos las que yo utilizo
y quiero utilizar, como se verá enseguida. Moodle, Sakai, WebCT, Blackboard,
Dokeos, etc. no dejan de ser jardines
vallados que el estudiante típico tiene que aprender a utilizar en la
Universidad pero seguramente no volverá a emplear fuera de ella (aunque, de
momento, esto no es tan cierto para los estudiantes para -y futuros-
profesores). Mi convicción, en todo caso, es que estas plataformas dejan mucho
que desear tan pronto como se intenta usar sus herramientas menos simples.
Mi experiencia se reduce a Moodle y Sakai en la UCM, Dokeos en la USAL y
Blackboard en el ISCTE, Lisboa, donde soy profesor visitante en otro máster.
Digo se reduce porque, aunque esas
cuatro plataformas casi agotan el mercado, soy consciente de que lo que yo uso, lo
que usamos todos, son instalaciones específicas de cada universidad que nunca
agotan las capacidades del software elegido y que siempre arrastran sus propios problemas. Yo, al
menos, los encuentro de forma constante: editores que no funcionan con tal o
cual navegador (en particular con Chrome, que es mi preferido), herramientas de
volcado e importación masiva de recursos que nunca hacen lo que prometen o incluso
no hacen nada, sistemas de videoconferencia que simplemente no existen, interfaces
horrendos, caídas del sistema, etc., etc.
No obstante,
sea cual sea la plataforma y sea cual sea la universidad, la utilizo para algunas
cosas: 1º, para publicar la información general sobre el funcionamiento de las
asignaturas (temario, actividades, agenda, evaluación, etc.); 2º, como canal
oficial de notificación: un aviso, anuncio o correo dirigido a los alumnos tiene para mí, ahí, el status de una
norma publicada en el boletín oficial o de una carta certificada y con acuse de
recibo; 3º, para poner a disposición de los alumnos los recursos oportunos
(presentaciones, textos, vídeos, enlaces, etc.); 4º, para enlazar a las herramientas y
plataformas, ajenas a la universitaria, que utilizo en el curso.
Por supuesto, y
como mucha otra gente, cuelgo archivos en formato pdf; recomiendo vídeos de
YouTube, Vimeo y otros; expongo con la ayuda de PowerPoint, que puedo colgar en
SlideShare, o de Prezi; reúno bibliografías en WorldCat, Google Books o Dialnet...
Pero supongo que lo que puede tener algún interés, si es que lo tiene, es lo
demás.
Nunca he
utilizado un libro de texto y mucho menos voy a hacerlo ahora. Mi idea es que
mi función de vehículo de información se va reduciendo, aunque de ningún modo
desaparezca, y que son los estudiantes quienes deben en medida creciente ser
capaces de buscar, valorar, seleccionar, ponderar, reelaborar y presentar la
información y el conocimiento disponibles y asequibles por doquier. El problema no es su escasez, sino su
avalancha. Lo que escasea son el tiempo, empezando por el suyo, y la capacidad
de todos para orientarnos en ese marasmo.
Mis estudiantes
deben acompañar los temas del programa con un trabajo individual. Para ello nos
servimos de blogs. Las plataformas de eLearning los tienen, pero no suelen ser
gran cosa. Por el contrario, las fantásticas plataformas para blogs disponibles
para cualquiera, tales como Blogger, WordPress, EduBlogs, etc., no se prestan
fácilmente a la gestión por el profesor de un número elevado de blogs de
estudiantes. No tengo una opción clara en este terreno. Me parecen muy útiles
los blogs porque obligan a los estudiantes a buscar, pensar y escribir, en vez de
simplemente escuchar y repetir; hacen público su trabajo, en vez de que se
extinga en la efímera atención del profesor; y se prestan a un trabajo
colaborativo, en el que todos ven lo que todos hacen y se refuerzan mutuamente;
sin olvidar el hecho mismo de aprender a usar un blog. Cuando se trata de
cursos muy concentrados en el tiempo, como el de Lisboa, prefiero utilizar el
blog del gestor de contenidos de la Universidad para evitar la curva de aprendizaje de los
estudiantes; cuando son cursos más
prolongados y pausados, además de relativamente numerosos, como los másteres de
la UCM, prefiero EduBlogs; cuando se trata de pequeños grupos, como
mis alumnos de Prácticum, uso directamente un blog compartido de Blogger; tengo noticia de las ventajas de WordPress, pero tendría que hacerme cargo yo mismo de su
instalación y mantenimiento. Mis alumnos, en todo caso, acompañan cada tema del
programa con una entrada sobre algo relacionado que es su contribución
individual al mismo, a un ritmo semanal o quincenal según la carga discente del
curso, y no voy a entrar a detallar la evaluación, pero puedo resumir que es
cruzada, entre pares, con poca intervención mía.
Por otra parte,
han de hacer un trabajo en equipo, uno solo o dos a lo largo del curso, para el
que se sirven de una wiki. La wiki permite que trabajen en colaboración sin
requisitos de tiempo y lugar. Además, se presta bien a lo que es el
trabajo intelectual en la sociedad de la información: su tarea no es acumular,
sino seleccionar; no deben extenderse, sino sintetizar, eliminar lo que no sea
imprescindible; no espero que creen en aislamiento, sino que cooperen. Las dimensiones de un trabajo de grupo son de Nx1000 palabras,
siendo N el número de miembros del grupo, generalmente entre tres y cinco; 1000
palabras son dos hojas y algo, luego nada que ver, por tanto, con aquellos
trabajos de curso de antaño, de 20-30 páginas por estudiante, y mucho menos con las 50-70 que
hoy se requieren para un TFG (triple o cuádruple que para un artículo científico,
en el colmo del absurdo).
Llegados aquí he de decir que los nativos digitales están muy lejos de la descripción glamorosa que se suele hacer de ellos. La mayoría no han conocido otra wiki que Wikipedia, que por lo demás se han limitado a leer. Su tendencia natural es quedar para hacer el trabajo y, como corolario, tienen dificultades para trabajar y colaborar si no pueden quedar y verse. Por más que se les diga que se trata de un trabajo en equipo su primer plan consiste siempre en dividirlo en partes alícuotas y ocuparse cada uno de la suya, sin interferencias más allá de un índice común. Hay que insistirles en que el trabajo y su evaluación serán solidarios -es decir, que todos son responsables de todo-; en que la wiki es para trabajar en ella desde el principio, reflejando todos los pasos, no para volcar en limpio lo que se ha preparado en sucio sobre el papel; en que pueden trabajar individualmente en cualquier momento, sin esperar a los demás y sin miedo a estropearla; y en que en el proceso (en las sucesivas versiones de una wiki) se ve la contribución de todos y cada uno, de modo que nada de encargar a sólo uno la parte informática. Para mí, como profesor, la wiki es un instrumento de observación casi panóptico, pues permite ver, cuando sea necesario, el papel jugado por todos y cada uno en el proceso, no sólo el resultado final.
Llegados aquí he de decir que los nativos digitales están muy lejos de la descripción glamorosa que se suele hacer de ellos. La mayoría no han conocido otra wiki que Wikipedia, que por lo demás se han limitado a leer. Su tendencia natural es quedar para hacer el trabajo y, como corolario, tienen dificultades para trabajar y colaborar si no pueden quedar y verse. Por más que se les diga que se trata de un trabajo en equipo su primer plan consiste siempre en dividirlo en partes alícuotas y ocuparse cada uno de la suya, sin interferencias más allá de un índice común. Hay que insistirles en que el trabajo y su evaluación serán solidarios -es decir, que todos son responsables de todo-; en que la wiki es para trabajar en ella desde el principio, reflejando todos los pasos, no para volcar en limpio lo que se ha preparado en sucio sobre el papel; en que pueden trabajar individualmente en cualquier momento, sin esperar a los demás y sin miedo a estropearla; y en que en el proceso (en las sucesivas versiones de una wiki) se ve la contribución de todos y cada uno, de modo que nada de encargar a sólo uno la parte informática. Para mí, como profesor, la wiki es un instrumento de observación casi panóptico, pues permite ver, cuando sea necesario, el papel jugado por todos y cada uno en el proceso, no sólo el resultado final.
Si los alumnos
hacen presentaciones en clase, por cierto (los míos las hacen sobre los mismos
temas que trabajan en equipo), también surge el problema del grupo de
trabajo como mero agregado, es decir, la tendencia a repartírselo en partes
discretas e inconexas. Una solución que funciona, añadida a la mencionada
advertencia sobre la responsabilidad y la evaluación solidarias, es imponer que
haya un único ponente. Wikis y presentaciones son también evaluadas en todo o
en parte por sus pares. Los LMCS incluyen wikis, mejores o
peores, pero yo prefiero utilizar WikiSpaces (también he utilizado WikiBooks y
Wikia, algo más funcionales a la hora de editar, pero la diferencia a favor de
la primera es la gestión de los usuarios).
En cuanto a los
equipos, los formo de manera arbitraria, sin dar cancha a las afinidades
electivas. Entiendo el atractivo de éstas, pero les digo y les repito que no se trata de aprender a colaborar con los
amigos, sino con los desconocidos, o con gente a la que apenas les unen
vínculos débiles, como les sucederá en el trabajo. Les sorprende, pero lo
entienden y lo aceptan -y, de paso, evitan poner en riesgo sus amistades.
En mis clases,
por supuesto, se pude intervenir y preguntar y se pregunta y se interviene en cualquier
momento, pero también creo siempre un sitio en Google Moderator. Esta
plataforma, incomprensiblemente muy poco conocida, permite abrir un tema a las
preguntas del público, pero con dos añadidos: 1) cualquiera puede votar a favor o en contra de las preguntas de los otros (yo les sugiero que hagan sólo lo primero, si procede),
lo que hace que estas se reordenen una y otra vez en función de las
preferencias agregadas, algo muy útil si hay muchas preguntas y poco tiempo; 2)
cualquiera puede también responder, no sólo el profesor. Esta herramienta
permite que formulen preguntas que se les han ocurrido después de clase, que
las formulen mejor, que lo hagan desde cualquier lugar, que no sean
obstáculo su timidez, su miedo escénico o la falta de tiempo, que accedan a las
respuestas los que no asistieron, etc.
El trabajo en
equipo presenta problemas bien conocidos. Uno es su reparto: tú haces el
trabajo de Sociología, yo el de Psicología, ella el de Estadística, etc. Esto
se evita con la formación arbitraria de los equipos y con el seguimiento de las
contribuciones individuales que permite la wiki. El otro es el problema del polizón, el free rider, el gorrón o como
se le quiera llamar, esto es, el que no contribuye como debe y parasita el trabajo del resto. Es un problema demasiado
frecuente que a los alumnos les cuesta afrontar, pues no es agradable denunciar a un compañero porque no
trabaja. Yo no me canso decirles que lo hagan, que el polizón es lisa y llanamente un explotador de su trabajo, pero me
valgo también de una aplicación en la red, TeamMates, desarrollada por un grupo
de profesores de Singapur, que permite a los equipos que cada uno de sus
miembros valore si su contribución se ha desviado, para bien o para mal, de la
parte alícuota y si lo han hecho las de los demás. Creo que funciona muy bien,
pues su mero anuncio obliga ya a los estudiantes y, además de proporcionarme a
mí posibilidad de ponderar una calificación de grupo según la contribución
percibida de cada cual, les permite a ellos autoevaluarse y suministrar feedback a sus compañeros, así como
recibirlo de ellos.
Dado que el
curso alcanza así una relativa complicación a la hora de planificar las fechas
límite para publicar entradas, hacer presentaciones, terminar wikis, etc., así
como para evaluar cada una de estas tareas, nada más obvio que la necesidad de
un calendario compartido -y ninguno como Google Calendar, aunque las
plataformas suelen incluir el suyo. Y, para las tutorías, resulta muy útil el sistema de reservas en línea de ClickBook.
Por último, un
curso ordinario no precisa normalmente de videoconferencias, salvo que cuentes
con un ilustre invitado en la lejanía, pero
otro al que acudes sólo espaciadamente y cuyos alumnos están lejos (por
ejemplo, mi curso en Lisboa), sí que puede beneficiarse de ellas. Lo mismo cabe
decir de las materias que no entrañan trabajo de aula, sino relaciones de
tutela sobre alumnos casi siempre distantes, además de una asignación de carga
docente que permite dedicarles muy poca atención, como es el caso del Prácticum
o los TFG. En estos casos, la videoconferencia, en particular el hangout de Google (o sus equivalentes de Lync y, en su caso, de las
plataformas de eLearning, si es que funcionan), puede resultar muy útil. Lo mismo cabe decir de los blogs, que
permiten al profesor seguir a los alumnos con un soporte documental, obligan a
estos a reflejar de forma codificada su trabajo y les permiten una comunicación
horizontal potencialmente muy útil que, de otro modo, no tendrían.
Para la
evaluación entre pares, en fin, creo que nada mejor que compartir una hoja de
cálculo en Drive, administrando los distintos permisos para que unos u otros estudiantes pueden ver o editar, según las necesidades en cada momento.
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