(Escrito para 40 anys formant persones, Grup Educatiu Florida, volumen conmemorativo)
Debe de resultar difícil sostener un proyecto como La Florida en el contexto español. Junto con Irlanda y Bélgica somos el país europeo con mayor peso de la enseñanza privada, pero el debate está dominado por la defensa, a menudo beligerante, de la escuela pública, es decir, estatal. La izquierda y los progresistas se alinean casi unánimemente con la titularidad pública, pero la innovación (desde la ILE, al menos), ha venido con mayor frecuencia de la privada. La enseñanza privada y concertada es hoy refugio de la white flight, de la huída de las clases medias de unos centros públicos que a veces consideran poco eficaces y a menudo demasiado cargados de problemas, pero de aquélla son también parte no pocos centros de profunda vocación social, volcados hacia las minorías, los alumnos con necesidades especiales o la formación profesional, todo por lo que algunos huyen pública y de lo que, a veces, la propia pública también huye. Una parte de estos son las cooperativas, de especial arraigo en la Comunidad Valenciana. La Florida es una de las pocas que han sabido, además, progresar desde la respuesta a una oferta pública insuficiente a la constitución de un grupo sólido presente ya en todos los niveles y ramas. Otras se quedaron por el camino o fueron absorbidas, de mejor o peor grado, por Estado o el capital privado.
No me cuento entre quienes alimentan la idea del sector cooperativo, en general, como la alternativa a la dicotomía estatal/privado, pero sí es obvio que ha encontrado su nicho por doquier y creo que, en el ámbito de la enseñanza, puede ser, si no la alternativa, sí una opción muy solvente. La dificultad del sector estriba, creo, en que siendo un servicio público y la efectivización de un derecho no puede dejarse sin más al mercado: como suele decirse, la educación es un derecho, no una mercancía; pero un público cautivo (en general obligado por la ley o forzado por la necesidad) y una relación radicalmente asimétrica entre él y el alumno o la familia provocan el riesgo permanente y ubicuo de que sea el público quien termine al servicio de la profesión, y no al revés.
La tendencia de la enseñanza privada a la autosegregación puede combatirse regulando mejor el reclutamiento, es decir, con más peso del Estado sobre el mercado; la tendencia del funcionariado a sustituir los fines por los medios y a condicionar la actuación de las instituciones a sus propios intereses puede serlo mediante controles e incentivos, es decir, con algunos mecanismos de mercado dentro del Estado. Las cooperativas de profesores en régimen de concierto tienen la virtud de combinar de un modo u otro estos dos requisitos: por un lado, están sujetas a las reglas del servicio público (Estado) y no tienen finalidad lucrativa; por otro, sus trabajadores resultan afectados por las consecuencias de sus actos (mercado); adicionalmente, la confluencia del co-trabajo (cooperación) y la co-propiedad (cooperativa) facilitan y refuerzan la colaboración entre los participantes (profesión). No es casual que florezcan (aunque no solo ellas) también bajo fórmulas como las charter schools norteamericanas.
En los próximos años, un nuevo entorno digital y mutante que ya está aquí va a poner a prueba al conjunto de las instituciones escolares. Confío en que La Florida sabrá encontrar la combinación adecuada de equidad, calidad e innovación. Suerte en ello, porque el esfuerzo se da por descontado.
Nice !
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