Publicado en El País, 26/11/16
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Punto final al
último bandazo, una ley ideológica, partidista y clasista, sin más apoyo
parlamentario que el PP, que chocó con el activismo laicista, nacionalista y de
los intereses de la escuela pública. Derecha e izquierda moderadas, C’s y PSOE,
acordaron en enero paralizarla y sustituirla por otra basada en un pacto. Ahora
se suma el PP y parece que, hasta ahí, podría hacerlo Unidos Podemos (veremos
los nacionalismos).
No hay motivo por
el que el partido del gobierno vaya a cambiar sus convicciones, pero al estilo más
ideológico y prepotente de Wert, catapultado desde la FAES, sucede el más
negociador y pragmático de Méndez de Vigo, formado en la diplomacia, que si
algo enseña esta es a mantener las formas, hacer concesiones y no empecinarse.
Falta, como advertí
un 28/11/13 en este diario, que los demás recuerden que no
hay paraíso al que volver. Se promete trabajar por un gran pacto de Estado, social y político para (1) alcanzar los
objetivos de la estrategia 2020 de la
UE y (2) lograr una ley básica con vocación
de estabilidad, pero ni son lo mismo
ni van de la mano: (1) se refiere a cobertura escolar, competencias del
alumnado, retención (vs. abandono), titulación, formación permanente, empleo
juvenil y movilidad estudiantil; (2) supone abordar titularidad, religión,
lenguas, comprehensividad, financiación, evaluación y carrera profesional, al
menos.
Es fácil llegar a acuerdos de intenciones y ciertas medidas sobre (1),
lo que nos une, pero la estabilidad del sistema requiere acuerdos sobre (2), lo
que nos divide; por lo que, paradójicamente, (2) es la condición de (1). Un
gran pacto duradero solo podrá cerrarse con una ley, básica y algo ecléctica,
en la que estén todos a gusto, ninguno a su gusto ni a disgusto.
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