Reproduzco la entrada publicada el pasado 22/9 en el Blog del INEE
El coste comparado de un alumno en la enseñanza pública y
concertada es un viejo tema en la eterna polémica sobre el sistema dual
español. Por un lado –y dejando aparte la escuela privada, en la que el precio
es libre y, la gratuidad, un derecho renunciado–, las enseñanzas regladas han
de ser gratuitas, pero no lo son tanto. Es de dominio público que en la privada
las familias realizan, bajo diversas figuras pagos sustanciosos, aunque resulta
difícil determinar si con ello adquieren un plus, del tipo que sea –enseñanzas,
servicios...– o simplemente compensan a las empresas por la ajustada dimensión
de las subvenciones públicas. Y parece de dominio privado, ya que de ello se habla
menos, que en la pública las familias afrontan gastos no desdeñables en bienes
y servicios necesarios (libros, comedores...) o derivados de las circunstancias
de su escolarización (clases de apoyo...). Por otro, es sabido que el gasto
público por alumno es muy superior en la pública que en la privada, lo que unos
ven como índice de mayor calidad y otros como indicio de ineficiencia.
Un artículo de Jesús Rogero-García y Mario Andrés-Candelas, "Gasto
público y de las familias en educación en España: diferencias entre centros
públicos y concertados" (REIS
147), afina los cálculos: un alumno en la pública le cuesta al Estado (a todo,
no sólo al central) 5348€, pero en la concertada 2670 (el 49.9%); la familia,
en cambio gasta 472€ si está en la pública y 1222 si en la concertada (el
258%). La diferencia es elevada, dos a uno, pero inferior a la proclamada por
la patronal de la concertada (la CECE
calculaba el gasto público por alumno en sus centros en un 42% l de los
públicos), y ello se debe seguramente a que los autores van más allá del
procedimiento habitual e imputan el gasto en becas y ayudas y en actividades
extraescolares, generalmente ignorado o imputado al sector público (en cambio, no
suman el gasto en administración general, investigación educativa y formación
del profesorado, de difícil imputación pero a menudo imputado en bloque a la
pública).
Una implicación de estos cálculos es que el impulso a los
conciertos ahorra dinero público pero aumenta el gasto privado y, como
corolario, reduce el trato igualitario al hacerlo depender de los desiguales
recursos familiares (las cifras son solo medias, pero la dispersión es mínima
en el gasto público y máxima en el gasto privado). Pero otra, claro está, puede
ser que, transfiriendo un alumno de la pública a la concertada, el Estado, que
inicialmente se ahorraría 2678€, podría transferir a la familia 750 para
compensar el previsible aumento de su gasto privado y le sobrarían 1.928 (o
transferirle 1222, logrando la gratuidad absoluta, y todavía quedarían 1.456
para aumentar la calidad, para otro tipo de gasto o para reducir el déficit). Por
supuesto, este es sólo un cálculo superficial, pues costes y diferencias
variarían entre el campo y la ciudad, entre alumnos con y sin NEE, etc. En
sentido inverso, también cabría emular la gestión privada para ofrecer los mismos
resultados en la pública. Recuérdese que, en general, pública y privada ofrecen,
descontada la composición social de su alumnado, resultados equivalentes.
Hay otros factores a considerar en la disyuntiva pública-privada,
pero los números son crueles. Esto debieron de pensar en el Observatorio por la
Educación Pública (OxEP) de Izquierda Unida cuando prepararon el informe "El
coste de la plaza escolar en la pública y en la concertada. Desmontando un mito
interesado", cuya conclusión es que la diferencia de gasto entre esos
puestos es de... ¡¡1€!! Quizá sea lo que cabía esperar de un Observatorio no de, sino por, la
Educación Pública, pero, aun así, se trata de uno de los trabajos más
surrealistas que le leído. Más que desmontar un mito, se pretende que
mitifiquemos un montaje. Lo que hace el OxEP es, primero, dejar de lado los
gastos financieros y de inversión por alumno de la escuela pública, con el
argumento de que no se computan para los de la privada, ya que los conciertos
sólo financian gastos corrientes y de personal. El problema es, primero, que,
en todo caso, son gastos que hace el Estado para los alumnos de la pública;
segundo, que son los que en la privada sufragan en parte las familias con las
cuotas adicionales (así como las enseñanzas no regladas, otras actividades y
otras fuentes). Es inconsistente denunciar,
por un lado, que las familias gastan por ello más en la concertada e ignorar, por otro, que el Estado gasta
por ello más en la pública. O lo uno, o lo otro.
La segunda parte del invento consiste en imputar a la concertada
los gastos adicionales que tendría si
su número de alumnos por unidad (grupo) descendiera, si su número de profesores por unidad aumentara (incluido que el
número de horas lectivas por profesor disminuyera) y si los salarios de los profesores se elevaran... hasta igualar a
los de la pública. Es decir, si en vez de ser la concertada fuera la pública.
Este tipo de ejercicios inútiles se resumen en un viejo dicho: si mi abuela tuviera dos ruedas, sería una
bicicleta.
A mí me recuerda más el cierre del diálogo final entre DianeKeaton y Woody Allen en la genial película Misterioso
asesinato en Manhattan, una vez resuelto el crimen y reconciliada la
pareja:
Carol [Keaton]: Tú tenías celos de Ted [Alan Alda]
Larry [Allen]: ¿De Ted?
Carol [Keaton]: Sí...
Larry [Allen]: Tienes
que estar de broma. Le quitas las... las... las... alzas de los zapatos, el
falso bronceado y las fundas dentales... ¿y qué queda?
Carol [Keaton]: Quedas
tú.
Larry [Allen]:
Es cierto. Eso me gusta.
Pues eso: para
quien le guste.
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