Medio año después del accidente
de Angrois parece que las investigaciones tanto interna como judicial se
centran en si el aviso de un maquinista (Mazairas) sobre la peligrosidad de la
curva de la catástrofe debió desencadenar medidas que podrían haberla evitado.
¿Debió cambiar ADIF la señalización? ¿Tendría RENFE que haber advertido a los
maquinistas de la línea? ¿Reciben estos la formación e información adecuadas?
¿O asistimos simplemente a una estrategia de la defensa del acusado (Garzón) y
a un reflejo corporativo del gremio? Yo no tengo respuesta a ninguna de estas
preguntas, mas permítanme contar otra historia sin conexión material alguna,
pero con una lección al respecto.
El detalle de la misma se
encuentra en el libro Talking about
machines (1996), del antropólogo J. Orr (sobre su tesis doctoral de 1990),
y en el artículo "Community knowledge sharing in practice: the Eureka
story" (2002), de D.J. Bobrow y J. Wahlen, y lo esencial de su argumento
ha circulado por obras varias de John Seely Brown y Paul Duguid, Chris Argyris,
Wanda Orlikowski, Don Tapscott, Clay Shirky y otros gurús de la dirección y evangelistas
de la red. Orr estudió el trabajo de
los técnicos de mantenimiento del servicio al cliente de Xerox, es decir, los
encargados de reparar las fotocopias en la sede de los clientes (los reps). En un momento en que la empresa
pretendía recortar algunos tiempos, en particular los dedicados al café y al
almuerzo, que veía ineficientes, Orr observó que en ellos los técnicos no
paraban de contar historias sobre los problemas y las soluciones que,
imprevistos en manuales y protocolos, habían encontrado en su trabajo. Se reían
de los errores, narraban sus pesquisas, se cruzaban acertijos, celebraban sus
éxitos y, ante todo, se interrogaban unos a otros y se transmitían un
conocimiento informal y tácito que no
estaba en los soportes formales y explícitos proporcionados por la empresa.
La dirección de Xerox, en
particular de su World Customer Service,
tenía, no obstante, otra idea. En un momento en que ya escaseaban los técnicos
más cualificados, estaba empeñada en un enfoque vertical, en cascada, para
pautar las intervenciones de un número creciente técnicos menos cualificados a
través manuales, protocolos preestablecidos de ajuste y reparación, árboles de
decisión para el diagnóstico, etc. Olivier Raiman, nacido en Francia, que
trabajaba a la vez en PARC y con el grupo dedicado a la elaboración del
software que debía guiar a los reps
en su trabajo de diagnóstico, quiso comprobar si los técnicos de la filial
francesa desarrollaban prácticas similares a las descritas por Orr entre los
norteamericanos y se encontró que sí, así como con que se intercambiaban chuletas basadas en esas historias de
problemas imprevistos y soluciones creativas. El servicio al cliente de Xerox
en Francia, más reducido, menos burocratizado y con un rendimiento medio-bajo,
se prestó a un experimento, el programa Eureka,
consistente en volcar todo ese conocimiento informal y tácito en una base de
datos a disposición de los técnicos, entonces a través del pionero y malogrado
sistema Minitel, precursor francés de
la internet. Resumiendo, se crearon un procedimiento y un soporte para
incorporar el conocimiento creado por los técnicos, con mecanismos rápidos de
revisión por pares y actualización. A partir de ahí, todo fue una historia de
éxito: el método se exportó al Canadá, luego a los Estados Unidos y después a
todo el mundo; el rendimiento subió y los costes bajaron; los técnicos lo
acogieron mayoritariamente con entusiasmo y la dirección terminó dándole todo
su apoyo. Hoy se considera un espléndido ejemplo de gestión del conocimiento en
las organizaciones y se ha convertido en una suerte de solución en busca de un problema, es decir, en la fórmula que todo
directivo querría poder aplicar a algo.
No por casualidad, Orr había
trabajado y Raiman trabajaba en el centro que dirigía Brown, Xerox PARC (el
mismo en que se inventaron el ratón,
las ventanas y los iconos con los que manejamos nuestro
ordenador, aunque hiciera falta una visita fortuita de Steve Jobs para que
alguien descubriese su potencial práctico y comercial, así como la red de área
local o LAN, la VLSI, la computación ubicua, etc). Brown presidía y Orr
investigaba en el Institute for Research
on Learning, un think tank
auspiciado por Xerox en Palo Alto, corazón del Silicon Valley, como también lo
harían Jean Lave y Etienne Wenger. Mucha gente conoce esta historia sobre los reps de Xerox (en el análisis de las
organizaciones y en la teoría del aprendizaje es obligado), sólo por su
divulgación en la obra posterior de John Seely Brown y Paul Duguid, The social life of information (2000). Muchos
más no a conocen, pero sí un concepto relacionado que ha llegado a ser un
contrapunto a los paradigmas tradicionales de la enseñanza escolar en la
educación y de la recopilación y distribución centralizadas de la información
en las organizaciones, el de comunidades
de práctica, propuesto por Lave y Wenger en su obra Situated learning -Legitimate peripheral participation (Aprendizaje
situado: participación periférica legítima), de 1991.
Brown y Duguid resumían el
problema citando la expresión de un ejecutivo de Hewlett Packard en un
encuentro empresarial: "¡Si al menos pudiera HP saber qué sabe HP!",
siempre seguido por los movimientos de cabeza de otros ejecutivos asintiendo.
Traducido a nuestro asunto: Si RENFE hubiera sabido qué sabe RENFE... podría
haberse evitado Angrois. En las investigaciones interna, periodística y
judicial sobre el accidente, los próximos interrogantes serán si el aviso del
maquinista Mazairas debió dar lugar a un cambio en la señalización, si debió
ser comunicado a los conductores, si debió ser incorporado a la formación
continua, si pasó o no -y por qué- de RENFE
a ADIF, si lo hizo o no -y por qué- de Media a Larga Distancia, si el
problema era de señalización o de formación... y así hasta el aburrimiento. Pero
habría bastado con un espacio en que los maquinistas que habían hecho el
recorrido, como Mazairas, pudieran registrar las observaciones que considerasen
importantes, de haber alguna, y los que fueran a hacerlo (más aún por vez
primera), como Garzón, pudieran conocerlas. En los inicios de Eureka fueron
Minitel, CDs, un BBS, pero hoy sería mucho más fácil y eficaz con una wiki, un blog, una web elemental o
una base de datos supervisada, accesible pues, incluso, desde el mismo móvil en
que el maquinista se distrajo con el interventor (pero mejor antes).
La historia de Xerox es la del
reconocimiento del valor del conocimiento surgido de la práctica, al margen de
la jerarquía, y compartido por la comunidad. La que se atisba tras las noticias
sobre la investigación en RENFE y ADIF es la de una burocracia en la que las
divisiones territoriales, departamentales y funcionales impiden la circulación
rápida y eficaz de la información. Si, por cualquier motivo, los maquinistas
Mazairas y Garzón hubieran tomado café juntos esa mañana, seguramente se
habrían evitado 79 muertos y 140 heridos, pero no fue así ni tenía por qué. La información
quiere ser libre.
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