Cambiar el modelo de gestión y repensar y reformar la propiedad intelectual (PI), y lo importante es lo segundo, aunque sea una reflexión de más calado y requiera tiempo y calma. Hemos pasado de un modelo centrado en ofrecer remuneración y estímulo suficientes al autor, con efectos positivos en balance para la cultura, a otro centrado en la búsqueda de rentas monopolísticas ilimitadas y control y derecho de veto absolutos sobre los productos derivados, con métodos intimidatorios, que obstaculiza la creación y la innovación, entorpece el aprendizaje, criminaliza a la población, deseduca a la juventud y, además, es en gran medida ineficaz. En la era digital, cuando compartir es tan fácil, barato y fructífero, la propiedad intelectual no puede ser tratada como si fuera la de cualquier otra mercancía. Y, mientras se discute y se negocia ese nuevo modelo, y probablemente también con él, la gestión de la PI no puede estar exclusivamente en manos de los autores, ni ser oscurantista, sino que debe ser transparente y con participación de consumidores, internautas, educadores y autoridades públcas. Y fuera Sinde.
Todo el debate en Eskup, El País
Primero mostrar mi sintonía con sus reflexiones.
ResponderEliminarSoy CEO de una pequeña startup dedicada a la gestión de subscripciones a contenidos digitales. Aunque esta empresa sea muy nueva, su modelo de negocio no es nuevo en absoluto en entornos como grandes operadoras móviles para las que he trabajado durante bastantes años, que ya acostumbran a operar en modelos de revenue share. Una gran operadora europea facturaba unos mil millones de libras al año con este modelo, que encaja a la perfección con el objeto por el que la SGAE existe, que es, dicho llanamente, dar a cada uno lo suyo. Aunque parte del modelo sigue siendo manual (por ejemplo controlar qué contenidos pone un DJ en una fiesta), muchos de ellos son automatizables de manera que su gestión puede ser más barata y transparente para los socios. Quizá los modelos manuales son los que habría que repensar...
En cualquier caso, creo que el problema de fondo es que la gente, el consumidor, no quiere pagar tanto por los contenidos. Si a las operadoras facturan mucho es porque tienen muchísimos consumidores y el uso del móvil es más compulsivo y producto del momento (por ejemplo, descargar una canción que acaba de escuchar en una disco con dos copas de más). Pero para el gran público, si descargar un disco cuesta a 1€ por canción y no hay manera más barata de hacerlo que la completamente gratuíta, fácil e ilegal, la gente optará por esta segunda opción. Y lo mismo aplica a cualquier bien digital, pues a nadie se le escapa que son muy fáciles de distribuir, que su marketing lo hacen los propios consumidores en las redes sociales.
Otro problema es que la tecnología siempre abarata la intermediación, máxime cuando se trata de las tecnologías de la información, y el intermediario se resiste siempre a abandonar su estatus y rechaza facilitar los lazos entre creador y consumidor.
Saludos,
Andoni.