Vivimos en una era de cambio acelerado, un mundo desbocado (Giddens), una economía de la innovación (Romer, Freeman). Por eso, aunque no sólo por eso, tiene tanta importancia la educación, que debe capacitar a todos para seguir, adaptarse y responder activamente al cambio. Por eso, además, son tan importantes los innovadores y los que prometen serlo. Por eso las sociedades deben cuidar no sólo de sus sistemas escolares y del conjunto de sus estudiantes, sino en particular de sus instituciones educativas de excelencia y sus estudiantes más destacados. Por eso hay que prestar atencion especial a los estudiantes de altas capaciades, superdotados, con sobredotación intelectual o como queremos denominarlos. Eso es lo que daría sentido a experimentar con un bachillerato de excelencia, de verdadera excelencia, como incialmente propuso la Consejería de Educación de la Comunidad de Madrid.
Si el contexto es el cambio y el norte es la innovación, parecería lógico que el centro, el proyecto, el claustro y la dirección se distinguieran por apuntar en ese sentido, por situarse, aunque sólo fuera en los términos de la enseñanza secundaria -que no es ni puede ser un laboratorio de investigación científica-, tan cerca como fuera posible de la ciencia más puntera y el pensamiento más innovador. Era difícil adivinar que la CAM iba a poner al frente del San Mateo y del futuro bachillerato de excelencia ¡a un catedrático de latín! Ya sé que los profesores de latín se indignarán por lo que escribo, que se puede ser un dinosaurio especialista en neurociencias o un latinista de vanguardia (aunque, la verdad, ignoro en qué podría consistir esto). Pero la señal parece, en todo caso inadecuada.
Inadecuada pero fidedigna. El flamante director del IES de excelencia declaró ya el día de su presentación en sociedad: "Tengo la oportunidad de participar en un bachillerato a la antigua usanza." ¡Acabáramos! Madrid se prepara para la sociedad de la información y la economía del conocimiento... con un bachillerato ¡a la antigua usanza! ¿Cómo de antigua la quiere el profesor Silvestre? ¿La de antes de la LOGSE? ¿La de antes de la democracia? ¿La de antes de la LGE? ¿Realmente puede pensar alguien que con aquellas usanzas llegaríamos hoy a algún sitio? ¿Será la de la Roma antigua?
Por si fuera poco, Silvestre añadió: "No es una enseñanza simplemente dedicada a entretener a los alumnos." Supongo que esto es lo que, según él, hacen los centros, los directores, los profesores y los alumnos no excelentes. Aparte de carecer de fundamento, esta declaración es un insulto al sistema educativo, a la ley, a la profesión docente y al alumnado de cuyos derechos y obligaciones él vive.
La Consejería de Educación anunció el experimento de un bachillerato de excelencia; la Presidencia de la Comunidad lo transformó después en la vía separada y ampliada de un bachillerato de exigencia; el Director de lo que finalmente vaya a ser eso lo convierte ahora en un retorno al pasado en el que, al parecer, él fue o habría sido feliz.
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