14 dic 2010

Aurea mediócritas

PISA 2009, que incluye la evolución en la década, dará para años y gigabits de debate, pero cabe extraer ya unas lecciones rápidas.
A escala del conjunto hay leves caídas en lengua y matemáticas pero no en ciencias (quizá no haya habido tiempo), persisten de las desigualdades de género y étnicas y pesa más el status social del centro que el de la familia (convienen, pues, escuelas interclasistas e iguales). La mítica Finlandia ha sido desplazada por Shanghai y Corea (del Sur: ¿hay otra), y entre las diez economías de cabeza otras tres son asiáticas (Hong-Kong, Singapur y Japón), sin contar N. Zelanda y Australia (con gran número de estudiantes asiáticos residentes -escribo desde McQuarie, Sydney, y no veo otra cosa). Si hay peligro amarillo, debe de ser éste.
España sigue algo bajo la media, sin novedad: entre segunda y tercera división de la OCDE y en la aurea mediocritas del universo PISA (65 sistemas). Somos igualitarios, tal vez por tratar bien a los peores alumnos y muy mal a los mejores. Estamos tiempo de aprender que algunas cosas no funcionan. De la repetición, nuestro reflejo condicionado, afirma PISA que lo empeora todo. El mantra sindical de aumentar recursos, que es el programa de la izquierda perezosa o timorata, no renta: los resultados no mejoran (por encima de un nivel y con excepción de infantil), y menos con la reducción de alumnos por aula. Varios de los mejores destacan por grupos más numerosos a cargo de profesores mejor pagados (aquello facilita esto). También dañan la diferenciación institucional (itinerarios, aulas especiales) y las expulsiones (epítome de la autoridad), mantras conservadores. Funcionan, por contra, la capacidad de atender a alumnos diversos en las mismas aulas y la autonomía de los centros.
Es notable que, en un conjunto que ha cambiado poco, algunos elementos lo han hecho mucho. El fulgurante ascenso asiático es obvio, ante todo de sociedades hace pocas décadas atrasadas y con sistemas educativos penosos, como Corea y Singapur, por no hablar de Shanghai. Lejos de confiarse, se toman muy en serio la educación: la mayoría están inmersos en fuertes debates sobre su mejora, fijan metas a corto y medio plazo y controlan su ejecución, abordan políticas ambiciosas con o sin el acuerdo de los sindicatos, multiplican las formas de evaluación y se concentran en lograr mejores profesores. Otros no figuran en cabeza pero han logrado mejoras espectaculares, entre ellos algunos latinoamericanos (Perú y Chile), homologables (Polonia) y vecinos (Portugal). Nada fuera de nuestro alcance, pero tampoco que venga solo.

3 comentarios:

  1. Se le nota que anda por las antípodas de este Reino FrancoBourbónico, pues no había visto hasta ahora un escrito suyo con fallos tan garrafales.

    Llevo años leyéndole. Y siempre le he visto como una de las mejores plumas de la intelectualidad española. Supongo que este breve escrito lo redactó en condiciones muy penosas, pues de otra manera no me explico que los fallos no se queden en ausencia de letras, de preposiciones, sino en una pobre reflexión y peor exposición de lo que se le pasa de manera espontánea -la peor (con)ciencia se hace sólo tomando impresiones e intuiciones del sinsentido común- por la mente.

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  2. Anónimo10:22

    Todos apuntan factores que harían mejorar la calidad de enseñanza, pero algunas recetas son hasta contradictorias. El colmo de la desvergüenza la encabeza el sector docente. Su mejor receta es que les paguen más, que trabajen menos horas y en jornada continua, que los jubilen antes, que les den estatuto de policía con porra y presunción de culpabilidad a alumnos y padres, y que desaparezca los “sicopedabobos” que den mucha tarea. En Finlandia los directores de centro si que perciben un salario significativamente más alto pero los docentes no están mejor pagados que aquí. Y eso que en profesionalidad ganan de goleada a los que sufren nuestro hijos. Mi receta y la de cada vez más padres es para ya, un sistema de evaluación docente. Pero no solo de medir por medir, que sirva para fijar objetivos educativos y establecer medidas correctoras cuando se confirmen incompetencias profesionales. Vale ya de afianzar privilegios laborales corporativos. No nos lo podemos permitir y es injusto.

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  3. Estoy con el anónimo que defiende la evaluación a los docentes. El que vale, vale y el que no que cambie de oficio o busque puesto en la privada.
    Las condiciones del funcionariado lo convierte en un caldo de cultivo para generar perezosos y conformistas, operarios sin profesionalidad. Sólo se salvan los verderos maestros, los que están ahí por vocación, porque aman su trabajo y a sus alumnos. Pero lo bueno abunda poco de forma espontánea. Hay que fomentar las condiciones para que ello se dé.

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