30 dic 2006

Otra vez la escuela y la mujer

Visito un colegio de primaria marroquí, público, en Meknes, y me reafirmo en el formidable papel de la escuela en la igualdad entre los sexos, aun por vías sinuosas. ¿Se mezclan niños y niñas? En todas las aulas, pero de distinto modo: compartiendo cada pupitre, al azar o en columnas separadas, dependiendo del maestro, que tiene gran autonomía. Las aulas internamente segregadas, por cierto, todas de maestras.

¿Llevan pañuelo las alumnas? Unas sí, otras no. ¿Y las maestras? En el aula todas —más, pues, que en la calle y, a fortiori, que en la Universidad— pero no guarda relación con la disposición del alumnado. Puede ser una minoría de los padres la que ofrezca mayor resistencia, y cabe que el papel del pañuelo de alguna de estas maestras sea el de una garantía ante ellos: no te inquietes de que tu hija se mezcle con niños, que su maestra es una buena musulmana. Hay, por cierto, 19 maestras y 4 maestros, uno el director.

¿Y los libros? Un vistazo rápido muestra que, pese a la igualdad ya oficial, las ilustraciones, siempre [per]formativas, reproducen el panorama habitual de la división de género en una sociedad patriarcal. Es en un libro dedicado a la enseñanza de la religión donde veo a un niño varón barrer, planchar y recoger la mesa, si bien el tema es la pulcritud, no la familia ni el reparto de tareas, y las imágenes de niños y niñas aparecen en él en proporción de 9 a 1, con lo cual no sé si tomarlo como una iniciativa no sexista o, al contrario, como un equivalente de la ópera kabuki, en la que la evacuación total de las mujeres lleva a los hombres a representar su papel, pero sólo eso.

En la puerta de Dirección, un cartel del Ministerio sobre la educación y el futuro nacional muestra un plano medio de dos adolescentes, chico y chica, mirando con igual expresión decidida el horizonte: vestimenta occidental, la misma chaqueta oscura y camisa blanca (él con corbata, ella sin velo), ella delante y él detrás. No está nada mal.

 

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