Decíamos ayer que estudiar es rentable, pero existe una conciencia difusa de que la educación ya no tiene la utilidad de antaño. ¿Quién se engaña? El meollo del asunto se comprende mejor desde la metáfora la inflación. En los procesos de hiperinflación, como Alemania en los 20 o Brasil en los 80, el dinero parecía perder todo su valor, pues un pan podía llegar a costar millones de marcos o miles de cruzeiros. Sin embargo, también era más difícil que antes conseguirlo sin dinero. El dinero perdía valor relativo frente a otras mercancías (los precios aumentaban), pero la economía dependía más del mercado (había que comprar con dinero).
En la relación la educación-empleo ocurre algo así. Si tomamos como referencia un momento dado, por ejemplo el de nuestros padres, la educación tenía un valor determinado, un bachiller se veía encaminado a tal tipo de empleo, un diplomado a tal otro, etc., mientras que para la siguiente generación nos ese valor ha disminuido, el empleo que se consigue es peor… pero eso no significa que la educación no importe, sino que se ha alterado su distribución.
Cuando yo estudié había menos bachilleres que hoy universitarios, en términos absolutos y relativos, por eso un bachillerato (o una diplomatura, o licenciatura) no puede valer hoy lo que ayer. La escuela es expansivoa, sujeta a una lógica igualitaria, y la pirámide se expande por arriba. El empleo es más rígido, de lógica jerárquica. Podría mostrarse que el 10%, v.g., más educado va al 10% de los mejores empleos, y eso es compatible con que la misma educación que puso a nuestros padres en ese 10% (la primera decila, técnicamente) apenas sitúe a nuestros hijos en la sexta: por eso no irán al mismo empleo. Como explicaba la Reina Roja a Alicia cuando corrían sin dejar de estar junto al mismo árbol, resulta que para llegar al mismo sitio hay que correr sin parar, y para llegar a algún otro sitio hay que correr mucho más.
El problema es que los jóvenes sólo ven que su diploma de turno no les da el empleo que quieren y prefieren no invertir en educación. El título de la ESO o el de bachillerato tienen en sí mismos un valor cercano al cero a la hora de optar a un buen trabajo, porque se dan por supuestos. Para muchos chicos no vale la pena el esfuerzo por la diferencia de trabajo, algo estamos haciendo mal en lo que les transmitimos
ResponderEliminarO sea, que la finalidad última de los títulos es la selección social. Ahora que todos tenemos el bachillerato, no capacita para nada en el mundo laboral. Y contra la abundancia de universitarios, ya se inventaron masters y postgrados. Estamos apañados!
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