Parecería una trampa insalvable, conducente a objetivos inalcanzables o a demandas inatendibles, pero pudiera no ser tan grave. También puse el ejemplo de la agricultura, al que podemos volver: ¿cómo hemos sobrevivido a que tanto cada parcela adicional como cada unidad adicional de trabajo sobre la misma parcela sean menos productivos?; ¿por qué no hemos perecido de hambre, como predijo Malthus? (hay hambre, mas no por falta de alimentos). Porque han cambiado las tecnologías: abonos, mecanización, plaguicidas, invernaderos, sistemas de riego, nuevas especies…
En la escuela, otro tanto. Parte de la solución reside en las tecnologías de la información, tan infrautilizadas todavía a pesar de su evidente superioridad en muchos terrenos sobre la pizarra y el libro de texto; otra parte en las tecnologías del aprendizaje, i.e. en la pedagogía, que ofrece, ya se sabe, muchas más opciones que dar y tomar la lección; otra, en fin, en las tecnologías organizativas, que deben hacer de cada centro más que una suma de profesores y de cada profesor más de lo que sería por sí solo. Todas dependen, ante todo, del buen empleo del recurso fundamental de la institución: el profesor. Otra escuela es posible, sí, pero puede y debe lograrse con estos mismos mimbres, empezando por usar mejor lo que ya tenemos. ¿O no era eso lo que se quería decir?
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