Sin
entrar en los números, la cuestión es que la presencia comparativamente alta
del profesorado, un colectivo de cuello blanco, profesional o semiprofesional y
en su mayoría funcionarial, en unos
sindicatos comparativamente débiles. nacidos y crecidos como organización de la
clase obrera, puede considerarse un plus
para los profesores o un minus para
los sindicatos. Es decir, como un resultado de la proletarización o la
concienciación de los primeros o como el indicador de un cambio en la base
social y en el papel de los sindicatos, menos obreros cada vez y más poblados por las clases medias funcionales o
la nueva pequeña burguesía.
Mi
opinión es que se trata más bien de lo segundo, en concreto de que, al paso que
la clase obrera se ha visto fragmentada, desestructurada, desmovilizada y
desorientada por el capitalismo neoliberal, el funcionariado y el
semi-funcionariado, en particular la parte del mismo a los servicios públicos
desarrollados por el estado del bienestar (pero no sólo: también la policía
local, etc.), han encontrado en el movimiento inercial de los sindicatos y en
el discurso retórico de la izquierda (con lo cual no quiero decir ni que el
legado de los sindicatos sean sólo inercia ni que el discurso de la izquierda
sea sólo retórica, pero sí que también los contienen) espléndidos instrumentos
para eficaces estrategias corporativas.
Es
ya un hecho insoslayable que el sindicalismo en general baja mientras que la
sindicalización de las capas medias, los grupos profesionales y los funcionarios sube, una combinación que a
mí, al menos, no me produce especial alegría.
Sindicalismo obrero y docente |
Un
indicador de esta evolución puede encontrarse en los n-gramas de Google Books.
El primero presenta la evolución del número de ítems por año (el porcentaje de
lo publicado en el año) que encuentra Google Books obedeciendo a las órdenes de
búsqueda de las expresiones “sindicatos obreros” y “sindicatos de
trabajadores”, que pueden designar al conjunto del sindicalismo pero también, y
aun siendo plenamente pertinentes hoy, representar más bien al sindicalismo
tradicional, y “sindicatos docentes”, “sindicatos de maestros” y “sindicatos de
profesores”, que se refieren específicamente a este o estos colectivos. Puede
verse que la atención relativa a los sindicatos obreros o de trabajadores
aumenta hasta mediados de los setenta para luego disminuir claramente (obreros)
o estabilizarse (de trabajadores) en la segunda mitad.
Sindicalismo docente |
En
cambio, ganan presencia las denominaciones asociadas a nuestro colectivo:
sindicatos docentes, de maestros o de profesores. El ascenso de estos puede
parecer poca cosa a esa escala, quedando la referencia a la profesión muy por
debajo de la referencia a la clase, pero no se debe olvidar que estamos
hablando de la atención dedicada a un reducido grupo profesional frente a la
suscitada por el conjunto de los trabajadores. El gráfico siguiente contiene
una parte de esos mismos datos y los presenta a otra escala, que permite
apreciar con claridad su fuerte pendiente positiva, es decir, su crecimiento.
Workers and teachers unions |
El
fenómeno no es exclusivamente español. El tercer gráfico muestra la evolución
para los equivalentes en lengua inglesa, afortunadamente menos numerosos: workers y teachers unions (se suman las publicaciones en inglés americano y
en inglés británico, grosso modo
parecidas pero con diferencias, sobre todo en la secuencia, que no viene al
caso detallar aquí). El resultado es similar: una evolución paralela de la
atención a ambas expresiones hasta alcanzar el máximo a mediados de los setenta,
punto de inflexión en el que comienza a caer a largo plazo el protagonismo del
conjunto de los trabajadores u obreros y empieza a aumentar el de los
profesores.
Digamos,
pues, que el profesorado tiene, sí, un peso cada vez mayor en el sindicalismo,
pero que parece más debido a la evolución de este que a la de aquél, es decir,
a que el sindicalismo se ha adaptado al profesorado y no al revés.
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