24 abr 2021

El café para todos es un mal de la escuela

Entrevista en El Mundo, 17/4/21

El catedrático de Sociología Mariano Fernández Enguita (Zaragoza, 1951), ex director del Instituto Nacional de Administración Pública (INAP), experto en innovación educativa y asesor del Gobierno para la era postcovid, arremete contra un sistema educativo «uniforme» y «difícil de mover» que se resiste a dar a cada niño la enseñanza que necesita y que ha causado que alumnos pasen de curso sin recuperar lo no aprendido por el Covid-19.

¿Qué fortalezas y debilidades muestra la escuela española? 

El sistema tiene un razonable equipamiento, es enteramente universal, los profesionales están bien pagados y hay buenas ratios de alumno por profesor y aula, así que el punto de partida es bueno. Lo que tiene de malo es que la formación inicial del profesorado es muy débil y que la descentralización no ha llegado a los municipios porque las CCAA retienen el poder frente al de arriba excluyendo al de abajo. La gestión se reparte entre las autoridades políticas y el docente, pero falta la parte de en medio: direcciones más fuertes, redes de centros y trabajo en equipo del profesorado. En EEUU, los países nórdicos o Reino Unido gestionan por distritos. Aquí existe un vacío sobre lo local; los ayuntamientos prácticamente sólo se ocupan de los edificios y de alguna extraescolar y muchas veces no hay relación entre la Primaria y la Secundaria. 

La Ley Celaá dará más autonomía a los centros.

Apunta en ese sentido. Pero un Gobierno aprueba una ley y las CCAA se dedican a neutralizarla. Ocurrió con la Lomce y ahora con la Lomloe.

¿Qué le preocupa de la Lomloe?

Que tampoco esta ley marca avances en la gobernanza de los centros, en quién decide qué. Y no da un impulso fuerte a la innovación.

La pandemia ha evidenciado esa falta de innovación y ha mostrado reticencias a las clases online.

Es debido en parte a falta de formación y en parte a su disponibilidad. Hemos visto a profesores heroicos grabando las clases y a otros que se han puesto de perfil, limitándose a enviar PDF y a responder a unos cuantos mensajes, cuando el nuevo medio no permite simplemente trasladar los recursos del viejo. Ha habido diferencias notables entre centros y entre pública y concertada. 

¿Por qué?

 La concertada estaba más preparada: había apostado más por la digitalización y el salto ha sido más fácil. Tiene directores que dirigen -cuando en la pública no siempre tienen ganas de hacerlo y están muy atados-, selecciona a sus profesores y existe más conexión con las familias. Los concertados, además, son parte de redes y colaboran mejor. La escuela pública es un gran aparato y, si está captado por el funcionariado y por los sindicatos, es muy difícil de mover.

Se vio en la desescalada: docentes negándose a volver al aula.

Las CCAA se resistieron al Gobierno, luego los centros se resistieron a los planes de las CCAA y los sindicatos querían cerrar y no volver a abrir hasta el curso siguiente. Fue un desastre para la escuela pública.

¿Qué debería haberse hecho?

Se podría haber combinado más presencialidad para el alumnado que no tiene condiciones adecuadas en su casa y más enseñanza a distancia para los que no necesitan tanto la escuela. El horario parrilla que tienen todos los centros es producto de un tratamiento uniforme de la educación. Hoy que podemos trasladar parte de la actividad digital y teniendo en cuenta que los alumnos trabajan más a su ritmo, deberíamos reorganizar los tiempos y los espacios escolares y flexibilizar los horarios, sin reducirlos, creando turnos de mañana y tarde y entradas y salidas a distinta hora. 

Usted es el impulsor en España de la hiperaula en la universidad, que va precisamente de eso.

Mis alumnos de la universidad entran a distintas horas a pesar de que están en el mismo grupo. La presencialidad tiene un gran valor porque ahí se desarrollan las relaciones sociales, el networking y otro aprendizaje que no es simplemente el del aula. Si tienen una parte de actividad común y otra de trabajo individual, no se necesita que todos coincidan todo el rato en el mismo sitio. La pandemia ha sido un choque de trenes: unos sólo han visto solución en poner más profesores, doblar el número de grupos y atornillar a los alumnos a la silla y otros han utilizado instalaciones fuera de la escuela, han tirado paredes, han combinado el espacio virtual con el real y han cambiado los horarios. Hay quien se ha aferrado a lo de siempre para no hacer nada y hay quien ha aprovechado para innovar, y ahí la respuesta ha salido mejor.

La mayoría de alumnos ha pasado de curso pero los que tenían suspensos no han podido recuperar lo no aprendido, a pesar de que el Gobierno lo prometió.

Los institutos deberían haber medido cómo de preparados llegaban los alumnos y si tenían que ofrecerles algún aprendizaje adaptativo.

José Antonio Marina proponía un trimestre cero para este curso.

No se ha hecho. Si el centro detecta que el alumno tiene una deficiencia en su aprendizaje debe ofrecerle alguna forma de recuperarlo. Si lo único que hace es decirle: "Vuelva el año que viene", tenemos un problema. El café para todos es uno de los males del sistema educativo español y ésta es una de sus manifestaciones. Las universidades se quejan de los institutos, los institutos se quejan de los colegios y los colegios, de las familias. Todos le echan la culpa al otro.

Podemos aspira a gestionar la Educación en un hipotético gobierno de izquierdas en Madrid. Y en Murcia se le ha dado la Consejería a una ex diputada de Vox que frustró la moción de censura. ¿Cómo interpreta tanto interés de los partidos políticos por la educación?

En Cataluña casi siempre los nacionalistas se han quedado con esta Consejería. Es un ámbito muy politizado y polarizado y con el que es posible dar mucha guerra. Vox lo hace con el pin parental, que políticamente es muy rentable. Busca padres descontentos, aunque puede tener respaldo también entre profesores de Secundaria enfadados. Y Podemos se apoya en los interinos. El sector educativo sobre el que se asienta Iglesias critica que se sucedan las leyes educativas, pero si entregas la educación al ala más extrema habrá todavía más cambios. Como mal menor me es más familiar Podemos que Vox, pero sería un mal absoluto que alguien al extremo del arco político se hiciese con la educación.

La escuela, moneda de cambio.

Tiene aspecto de moneda de cambio la eliminación de la mención al castellano como lengua vehicular. La cooficialidad está recogida en la Constitución y Cataluña ya está sometida a la inmersión, pero quitarlo es una victoria del nacionalismo, una ratificación de que "l'escola catalana no es toca". Y esto empuja en una dirección. La ley ha cambiado y dependerá de en qué tribunal caigan las denuncias.

Usted dice que no es inmersión, sino sumersión, lo que hay en las escuelas catalanas.

Inmersión significa que una parte de la docencia se da en la lengua que se quiere aprender, pero no representa el 100% ni es definitiva ni obligatoria. La sumersión es construir una nación desde la escuela. 

¿Hay adoctrinamiento en las escuelas de Cataluña?

Haberlo, haylo, pero no sabemos cuánto. No hay forma de controlarlo porque el medio no es receptivo. Denunciar a un profesor que leyera en clase el programa de Vox o de Ciudadanos tendría éxito, pero si alguien dice que hay nacionalismo en Cataluña se encontrará a funcionarios con cara de póquer. Se abrió expediente a un inspector que había denunciado adoctrinamiento, pero no recuerdo directores o profesores sancionados.

Los alumnos de Cataluña son los que menos bienestar escolar presentan de toda España. 

PISA 2015 muestra que son los que menos sentido de pertenencia a la escuela tienen. Analizando las variables con Julio Carabaña, gran especialista en los microdatos de la OCDE, vimos que se asocia a la inmersión en la lengua oficial, independientemente de cuál sea la lengua materna del estudiante. He visto cómo un alumno preguntaba en castellano y la profesora le contestaba en catalán; por supuesto con una sonrisa, pero todo el mundo sabe lo que quiere decir esa sonrisa. Se trata de un totalitarismo sonriente en una región que presume de tener una escuela inclusiva.

¿Por qué es raro encontrar a personas de izquierdas como usted críticas con el nacionalismo? 

Por una tradición de apoyo de la izquierda al nacionalismo que viene de la lógica de decir que los enemigos de mi enemigo son mis amigos.

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RETRASAR LA ENTRADA AL INSTITUTO UNA HORA SUBE LAS NOTAS

Enguita pide horarios menos rígidos y reflexionar sobre la hora de entrada en los institutos [las 8.00]. Cita un estudio de EEUU que dice que comenzar el día muy pronto tiene un impacto negativo en el rendimiento de los adolescentes: retrasar una hora el inicio de las clases aumentó los resultados de las pruebas del equivalente a 4º de la ESO en 1 punto porcentual en Lengua y 2 en Matemáticas. El efecto fue mayor para los más rezagados. Además, los alumnos vieron 12 minutos menos de televisión al día y dedicaron más a la tarea porque estuvieron menos tiempo solos en casa y más con sus padres.

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