En primer lugar, por lo mismo que lo hice el 15M: porque, aunque las interpretaciones que podamos tener de la crisis y de las medidas a tomar sean muy distintas, comparto el malestar y la disconformidad con el curso de esta crisis y las respuestas a ella (prefiero no hablar de indignación, pues no me considero tan inocente respecto de lo que está sucediendo, ni creo que lo sean los indignados), con el funcionamiento cotidiano del sistema democrático y con la indiferencia moral ante ello; porque, además, tengo la sensación creciente de que este movimiento (que no son sólo las acampadas, y que desde luego no son los escasos violentos que ahora polarizan a los medios) está reuniendo a gente de muy diversas ideologías políticas, diferentes experiencias, distintas posiciones y trayectorias sociales..., es decir, está más basado en el reconocimiento de lo que nos une y en la empatía y la solidaridad que en la celebración de lo que nos separa, la competencia y el desapego.
Iré, en segundo lugar y en particular, porque el Pacto del euro me parece un desaguisado por su contenido unilateral. Entiéndaseme: yo estoy de acuerdo, al menos hasta cierto punto, con todas y cada una de las medidas que van a discutir los gobiernos europeos el próximos días 24 y 25; lo que me indigna (ahora sí) es que sean sólo ésas, que se apresuren a recortar las condiciones de vida de la mayoría (me resisto a llamar “derechos” a todo) mientras no se toma ni una sola medida que afecte al capital, los grandes patrimonios, los especuladores financieros o ciertos privilegios de los políticos.
Yo creo que hay que vincular flexiblemente los salarios a la productividad, rebajar la fiscalidad asociada a la contratación, reformar los sistemas de pensiones y protección, coordinar las políticas fiscales y poner techo al déficit público. Por lo tanto, en términos generales no tengo nada contra lo que se va a tratar dentro de una semana en Bruselas (en términos concretos, tendría razones y motivos a favor y en contra en cada uno de los puntos, pero ya veremos).
Lo que no puedo aceptar es que se deje fuera de la reunión el impuesto sobre sociedades, que no haya medidas de control de los intermediarios financieros, que no se diga una palabra sobre los paraísos fiscales, que sigan cayendo o desapareciendo los impuestos sobre el patrimonio y sobre transmisiones hereditarias, que no se graven las transacciones puramente financieras, que no haya un control de los derivados, que no se formule una política fiscal más progresiva, que no haya límites a los ingresos de los ejecutivos, que no se exijan responsabilidades civiles y penales a quienes han provocado la crisis, que la participación privada en el rescate de Grecia sea voluntaria mientras que la participación pública en el rescate de los bancos fue obligada y obligatoria, que no haya una armonización fiscal general, que se desatienda la (re)cualificación de la mano de obra, que paguen el pato los inmigrantes, etc., etc.
Por eso estaré ahí el 19J
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