No soy analista electoral, y menos adivino, de modo que no intentaré evaluar sus posibilidades, aunque creo, como la mayoría, que son reducidas. Tampoco me parece fácil que convenza de que ofrece algo mejor y distinto desde la vicepresidencia, ni creo que vaya a darse un cambio de tono económico de aquí a las elecciones, si es que el gobierno aguanta. Pero, dicho eso, lo que me interesa es qué puede hacer. Y creo que hay recorrido para él, al menos, en tres terrenos: 1) aprovechar sus puntos fuertes, que los tiene ( y no me refiero a si es listo o pedagógico sino a su trayectoria); 2) mostrar signos de rectificación respecto de la política seguida hasta ahora por el gobierno; y 3) avanzar otra forma de hacer política y de relacionarse con el electorado en general y con el que quiere que sea suyo en particular.
1. En primer lugar, su trayectoria política le otorga dos activos que puede y debe explotar: el más obvio es la derrota de ETA, cuyo derribo (y el de cualquier violencia callejera, intimidación, etc.) ha de seguir implacable, porque así debe ser, pero que tendrá además réditos electorales; otro no tan obvio es su experiencia en Educación, no sólo su año de ministro sino por los diez -si no recuerdo mal- anteriores en otros cargos, que lo facultan para entrar en un terreno estratégico en este momento de crisis. No me extenderá, pero por el contexto de competencia global y revolución tecnológica, el fin del crecimiento basado en trabajo no cualificado, los resultados desastrosos del sistema educativo en términos de fracaso y abandono y pobres en términos de aprendizaje (PISA, débil FP), el descontento generalizado en y con el mismo y el descomunal desempleo juvenil, hay que articular un proyecto que convenza a la sociedad, a la juventud y al profesorado. Aguirre, cuyo olfato político debería estar fuera de discusión, lo ha comprendido y actúa en consecuencia, sólo que a su manera.
2. R. no puede desligarse de la política seguida por el gobierno del que forma parte, pero nada lo vincula especialmente a su política económica. Algo que la mayoría quiere hoy, sobre todo los más golpeados por la crisis, es que los ricos también lloren. Debe someter a reconsideración las medidas y mecanismos que han llevado a que más bien se estén riendo (impuestos de sucesiones, patrimonio, SICAV, bonos y salarios de ejecutivos, irresponsabilidad penal y civil...). No se le pueden pedir milagros, ni inventos revolucionarios, pero los socialistas deben aprender de la experiencia económica y electoral y mostrar que lo han hecho, mientras que los populares seguirán encantados en general y de haberse conocido. Esto, además, podría abordarlo la conferencia política. A medio plazo hay mucho que repensar sobre la regulación económica y las políticas sociales, pero sería absurdo esperar resultados, o siquiera ideas sólidas y listas para la acción, en diez meses. Pero que paguen los principales causantes de la crisis y los privilegiados es la señal de cambio de rumbo que la sociedad espera.
3. El voto y el 15M han dicho a quien quiera oír que no gusta la forma en que los partidos hacen política, y cientos de miles de personas están explorando, no ya en las plazas sino sobre todo en la red, otras maneras de hacerla. Nada sustituirá a la democracia representativa, pero entre eso y su reducción a a la fiesta electoral hay mucho trecho. Las redes y el 15M están explorando vías de comunicación, diálogo, ideación y movilización horizontales y ascendentes, en vez de verticales y descendentes, que ganan credibilidad y traerán sorpresas. Una dinámica, como se dice de la web 2.0, en la que muchos hablan a muchos en vez de uno a muchos, comunicación vs. difusión, articulación en red vs. partitocracia. La izquierda política y social organizada debe dialogar con estos nuevos actores colectivos dispersos: al menos eso y tal vez también negociar objetivos y medidas. No sé si, generacionalmente, APR estará en condiciones para ello, pero quien ha sabido tratar con guante blanco la movilización (no como Puig o Aguirre) tendrá un margen de credibilidad ante sus protagonistas y simpatizantes.
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