Pero la parte más interesante de los datos es otra: en 2004 utilizaban internet en el centro escolar el 27,6 y en casa el 25,6% del grupo de edad, o sea, algo más en la escuela que en casa; en 2009 los porcentajes son ya, respectivamente, el 50,1 y el 68,4. En la escuela se ha doblado, y lo hace la mitad de los alumnos, y en casa se ha triplicado, y lo hace un más de un tercio de ellos. La escuela, que iba ligeramente por delante del hogar como oportunidad para el uso de la internet, ahora se ha quedado claramente atrás. Sabemos no obstante, por las últimas estadísticas hechas públicas por el Ministerio de Educación, Datos y Cifras. Curso escolar 2010/2011, que el 99,7% de los centros de enseñanza ya tenían en 2008-2009 conexión a internet, y el 87,1% la tenía de banda ancha. Además, en los centros educativos españoles hay un ordenador por cada 4,5 alumnos, contando todos los alumnos (lo que quiere decir que en realidad hay más ordenadores o menos alumnos, pues entre éstos es incluyen los de la etapa infantil) y excluyendo los ordenadores dedicados a administración.
Las preguntas inevitables son éstas: ¿para qué sirven el resto de ordenadores y la conexión a internet?; ¿se usan?; ¿han salido de sus cajas?; ¿los usan sólo los profesores?; ¿los usan siquiera todos ellos? ¿No debería ser la escuela, cuya función es educar y cuyo equipamiento es, en general, aceptable, la que fuera por delante del hogar, la que sirviera para introducir a los alumnos en la sociedad de la información con independencia de sus recursos familiares? Y, si no lo hace, ¿de quién es la responsabilidad? Se admiten hipótesis.
¿Y si fuera internet la que está contra la escuela? Estar en la sociedad de la información no significa enseñar con ese recurso. Conocimiento es digestión de la información.
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