(Este post se basa en los datos adjuntos del Barómetro del Profesorado, del que se publica un informe de síntesis, incluido este comentario, en el nº 3869 (936), de 3/6/2010, de la revista Escuela. Véase www.scribd.com/enguita.)
Siete de cada diez maestros o profesores no han considerado nunca la posibilidad de cambiar de trabajo y dos lo han considerado, pero sin hacer nada al respecto. Los escasos intentos son más frecuentes entre los hombres y entre los de mediana edad, y notablemente más en la formación profesional. Tampoco son relevantes las cifras de quienes dicen conocer a alguien que haya cambiado ese empleo por otro.
Es de señalar la importancia primordial que se otorga a la igualdad de género en el trabajo, su aspecto más valorado. Eso ayuda a explicar la intensa feminización del colectivo, a la vez que puede considerarse una expresión de la misma, así como su militancia al respecto. Más allá de eso, llama la atención, a la hora de valorar el puesto de trabajo, el peso y predominio de los elementos vacacionales sobre los vocacionales, expresivos, instrumentales o profesionales. Llamo vacacionales a los que conciernen a cuánto tiempo se estará fuera del trabajo, es decir, al calendario (2º puesto), la jubilación anticipada (4º) y el horario (6º); vocacionales pueden considerarse el contacto con los alumnos (3º) y la función social (9º); instrumentales, o laborales, la seguridad en el empleo (5º), la conciliación (10º) y el salario (11º); expresivos, el ambiente de trabajo (7º) y el reconocimiento social (13º); profesionales, en fin, la autonomía (8º) y las oportunidades de carrera (12º). Por supuesto, están hablando de lo que encuentran en su empleo, no de lo que les gustaría encontrar. La igualdad de género, que hemos dejado fuera de esta clasificación tentativa, tiene componentes expresivos e instrumentales por igual. Nótese también que, apareciendo ésta en el primer lugar, la conciliación no lo hace hasta el penúltimo.
No hay comentarios:
Publicar un comentario