He leído a un ingenioso estudiante universitario (seguramente con futuro político, a saber en qué bando) explicar su oposición al EEES (vulgo Bolonia) porque supone una semiproletarización del alumno. Lo dice porque, si se multiplican los créditos anuales (60) por las horas presuntas de trabajo por crédito (25-30), salen 1500-1800 horas al año, lo que se acercaría (aunque no mucho) a un horario laboral. Con teorías asíno sólo se proletarizan los estudiantes, sino las amas de casa, los autónomos y cualquiera: cada vez menos obreros y más proletarios. Podría ofrecer al autor una explicación más sutil: como las asignaturas se expresan en créditos, por tanto en horas, digamos que se convierten en trabajo abstracto, en gelatina de trabajo humano, que, por muy diferente que sea su valor de uso (éste será traductor, aquél economista, el otro médico...), se igualan en su valor de cambio. En vez del burdo Marx de la ley de hierro de los salarios, la plusvalía absoluta, el economicismo..., se ampararía así en el más sofis de la alienación del trabajo, la plusvalía relativa, la crítica filosófica...
Dado que nuestro estudiante también defiende, como casi todos, la gratuidad de la enseñanza universitaria (que pagan todos y beneficia sólo a algunos) y, claro, un empleo digno, al nivel de su titulación; es decir, dado que quiere más por menos, todo por nada, recibir un título sin ser proletarizado, se deduce que quiere ser rentista, al parecer más progre que ser obrero, incluso obrero del aprendizaje. Tendrá la inestimable ayuda de los defensores de la renta ciudadana, básica o como gusten, que pretenden sustituir el proletariado marxiano por el romano, aquellos proletarii sostenidos por los impuestos, dedicados a parir y alimentados de panem et circensis. Si Marx lo viera repetiría lo que ya le hizo decir una vez su yerno: "Si esto es el marxismo, yo no soy marxista." ¡Cuidado con el movimiento estudiantil que se avecina!
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