28 feb 2007

Vivir de la alarma social

Vivir de la alarma social. El caso Piñuel, o como hacer pasar una chapuza por investigación dando al público lo que quiere oír, estudio sobre los llamados "informes Cisneros" disponible en http://papelesdesociologia.usal.es.
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5 comentarios:

  1. Anónimo00:12

    Ninguno de los tres enlaces lleva a nada.
    El de la Universidad de Salamanca no lo he podido descargar para leerlo.

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  2. Anónimo23:15

    Hoy ya sí se puede acceder y descargar el trabajo suyo.
    Lo leeré con atención.
    Saludos.

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  3. He leído con atención su trabajo, como siempre excelente, y he recordado a un comercial que visitó mi centro recientemente. Pretendía venderme un test sobre Bullying de una tal editorial Liberty, creo. Lo cierto es que le vi como un oportunista más. El señor se empeñaba en venderme el test con una serie de argumentos inapelables, a saber:
    - Está realizado por el señor X (lamento tanto no haber prestado la debida atención), orientador en el instituto Y.
    - La Junta Canaria lo ha comprado para sus centros.
    - El mismo test (es decir, con los mismos items) sirve desde 2º de Primaria hasta 2º de Bachillerato (extremo que también se aplica para el test de TEA mencionado en su informe).
    - Es el test que hay y no comprarlo es una irresponsabilidad.

    Evidentemente, aun sin prestar atención, a una humilde maestra se le ocurre preguntar por el tamaño y método de selección de la muestra de validación, tipo de cuestionario, modo de aplicación, fiabilidad, validez... esas minucias.

    Les ahorraré los detalles porque ejemplos de mala praxis estadística similares se encuentran en "Vivir de la alarma social". Sin embargo una maniobra estadística que yo no había visto hasta la fecha, me dejó anonadada.

    Parece ser que en el estudio inicial el cuestionario contaba con 50 ítems y tenía una fiabilidad del 63%. Posteriormente y sin mediar prueba alguna, habían añadido 24 items más. Y por una sencilla razón de tres habían determinado una fiabilidad del 96%.

    Voila! Esto es magia y no lo que hace Juan Tamariz.

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  4. Anónimo09:31

    El pasado día 1/12/2006 en El Diario Montañés de Cantabria se publicó un artículo firmado por Miguel Ibáñez, profesor de secundaria, titulado
    "No lo consientas (Carta de un profesor veterano a un profesor joven)"
    Reproduzco el texto para que lo podáis comentar.
    Ya habrás notado que últimamente estamos de moda. Se habla de nosotros a todas horas, pero no por los excelentes resultados de nuestros alumnos ni porque las autoridades educativas hayan decidido que los institutos vuelvan a ser lugares de estudio y de trabajo, no. Desgraciadamente, los resultados de nuestros alumnos son más bien mediocres, y a nuestras autoridades les preocupan más la educación afectivo-sexual, el multiculturalismo y el pacifismo -por citar algunas de sus obsesiones habituales- que la física o la literatura.
    Por qué estamos de moda, ya lo sabes. Una sociedad que ha consentido y alentado el desgobierno en las aulas ha descubierto ahora que hay alumnos que maltratan a los profesores, y con la misma mezcla de hipocresía e histeria con la que antes impulsó el tópico del profesor-verdugo impulsa
    ahora el tópico del profesor-víctima. De pronto hemos cambiado de malo en esta película de la educación, que sigue sin interesarle a nadie. Parece una de aquellas películas de Kung-Fu: el público bosteza cuando nos ponemos serios y sólo mira cuando hay tortas.
    Afortunadamente, tú trabajas en Disneylandia. Te lo digo en serio. Cantabria es en general la autonomía de la 'Señorita Pepis', y no iba a dejar de serlo en esto de la educación: aquí la violencia es menor, los conflictos de menos intensidad y los problemas se disuelven en una amable indiferencia tediosa que a mí, por cierto, no me disgusta. Ojalá sigamos así.
    Y expreso ese deseo porque ha sido así hasta ahora, pero eso no quiere decir que siga siendo así en el futuro. Que no lo sea depende de nosotros. De ti y de mí, quiero decir. Por eso me he permitido escribir estas líneas, estos consejos de compañero a compañero, sin querer dármelas de experto.
    Para empezar, no consientas ninguna falta de respeto. No esperes al insulto, no tienes por qué tener tanta paciencia: las malas contestaciones, las malas caras y los gestos desabridos están fuera de lugar desde el primer día.

    Házselo saber así a tus alumnos, y si no lo entienden haz que se lo explique algún miembro del equipo directivo. Los compañeros del equipo directivo están para recordarte a ti tus deberes -ser puntual, claro en tus explicaciones, objetivo en tus correcciones, etc.- y a los alumnos los
    suyos. Cumple tú en primer lugar, por supuesto, pero no hagas el primo: no seas tú el único que cumple.
    No consientas que te marginen. Estás dentro de un sistema en el que todo tiende a culpabilizarte, aislarte y marginarte. Directa o indirectamente te dirán que en el fondo la culpa de que los alumnos se porten mal es tuya, porque no has sido lo bastante lúdico ni lo bastante participativo ni lo
    bastante comunicativo como para motivarlos. A veces fingirán que te dan la razón mientras te sugieren que deberías cambiar de estrategia educativa, ser más cordial, pactar las normas de comportamiento, etc. Pero recuerda que tú eres un profesor, no un animador cultural ni un monitor de tiempo libre.

    ¿Has preparado tus explicaciones como es debido? ¿Has atendido las dudas de los que sí estudian? ¿Has mandado hacer ejercicios que refuercen tus explicaciones? ¿La materia que has impartido está dentro del programa del curso? Si has respondido afirmativamente a las preguntas anteriores no
    tienes por qué parecer culpable: no lo eres.
    No consientas que te enreden. La jerga pedagógica se basa, como todas las seudociencias, en el manejo de un vocabulario abstruso, para dar la impresión de que el que lo usa está investido de una autoridad esotérica e indiscutible. Pero te aseguro que no hay más ciencia en la pedagogía moderna
    que en la astrología, y al igual que en la astrología o la ufología no hay en esa engañifa más que falacias, experimentos trucados, subjetividad teñida de supuesta sapiencia y abracadabras. Tú sí eres el dueño de una ciencia concreta, la que tú enseñes, y del sentido común acumulado por muchas
    generaciones a la hora de educar. Para ser un buen profesor no necesitas más que esas dos cosas.

    No consientas que te paralicen. Cuando te ocurra algún incidente sé activo y no te quedes callado, no te hagas el muerto a la espera de que pase el peligro porque con esa actitud lo estás volviendo a provocar. Están los compañeros, para empezar: seguro que más de uno ha tenido los mismos
    problemas que tú con los mismos alumnos. Habla con ellos, pero no para desfogarte en la sala de profesores sino para tomar juntos la decisión de hacer algo, y verás hasta qué punto la firmeza serena y constante de un grupo puede más que la obstinación de un solo profesor. Reúnete con los
    compañeros, tomad decisiones concretas y planteadlas en el claustro, formad grupos de apoyo -no de lamentación- y actuad.
    Después están los sindicatos. No te rías, no. Yo estoy en uno, y tú deberías estar afiliado a uno si no lo estás, y pagar tu cuota para que puedas exigirle a tu sindicato que te defienda si ha llegado ese momento. Plántate en el sindicato y recuérdales a tus compañeros liberados que no están allí
    sólo para asuntos de nóminas, traslados y sexenios. Si les hablas de dignidad profesional, orgullo y derechos del profesor tal vez te entiendan mejor de lo que habías pensado.
    También están las leyes. Deja de reírte ya y escúchame, por Dios. Ya sé que un garantismo estúpido ha convertido al alumno en el pobre menor indefenso al que hay que proteger del profesor a toda costa, pero en esas leyes también tú tienes derechos, aunque haya que buscarlos con lupa. Que el
    abogado del sindicato se ponga al microscopio, que algo encontrará. Y tú no te olvides de dar parte por escrito de cualquier falta de respeto, insulto o agresión, así de todo eso habrá quedado constancia cuando lo necesites.

    También está la opinión pública. Hasta ahora lo normal era que desde el propio centro se hiciera lo posible para ocultar estas cosas, como en las familias decentes cuando el señorito tenía un desliz con la criada. Pero tú no te dejes impresionar por argumentos decimonónicos: el buen nombre de un
    centro no puede basarse en el disimulo. ¿No te piden a todas horas que seas moderno? Pues sé moderno y denuncia en público, si tu caso ha sido lo bastante grave haz que los medios de comunicación se interesen, y tal vez así consigamos llegar algún día a la segunda fase, esa que sucede a la noticia, la de la reflexión y el análisis.
    Sea como sea, no te calles: con tu silencio te perjudicas, me perjudicas a mí y perjudicas a todos tus compañeros.
    Y por último, recuerda que en todo esto los menos culpables son los alumnos. Los han dejado solos, abandonados a su impulsividad adolescente sin que nadie se tome la molestia de educarlos, condenados muchos de ellos a vegetar en un sistema educativo que considera injusto y desigual enseñarles un oficio y por eso los han encerrado en las aulas contigo para que les expliques materias que no entienden ni les interesan. Y a ti, que querías ser profesor, te han encargado que los tengas guardados para que no molesten en la calle ni en su casa.

    Tú puedes rebelarte con conocimiento de causa, sabes el porqué y el cómo, ellos no. Así que tuya es la responsabilidad de acabar con esto. Como profesor no consientas ninguna falta de respeto. No esperes al insulto, no tienes por qué tener tanta paciencia: las malas contestaciones están fuera
    de lugar desde el primer día

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  5. "La jerga pedagógica se basa, como todas las seudociencias, en el manejo de un vocabulario abstruso,"

    Vemos la paja en el ojo ajeno....

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