Un estudio reciente de la Fundación BBVA sobre la confianza de los ciudadanos en doce países (Alemania, Chile, Dinamarca, España, EEUU, Francia, Israel, Italia, Japón, México, R. Unido, Rusia y Turquía) vuelve a echar por tierra los manidos tópicos sobre la falta de reconocimiento de la profesión docente en nuestro país.
En una escala de 0 a 10, los españoles confían especialmente en científicos (7.3), médicos (7.1) y maestros (6.9), por encima de comerciantes (5.7), policías (5.6) periodistas (5.5), jueces (5.4) y militares (5.0), y suspenden a empresarios (4.9), funcionarios (4.8), religiosos (4.4) y políticos (3,7). Desmintiendo a quienes atribuyen la falta de reconocimiento a la ola de neoliberalismo que nos invade, los maestros se ven aupados al primer puesto en los ultraliberales EEUU y Chile y la islámica Turquía (¿habrá que elegir entre una de esas soluciones?), mientras que se ven relegados a los menos brillantes en tres que parecían adorarlos sin condiciones (6º en Dinamarca e Israel, 5º en Japón).
Si, en vez del orden de las distintas profesiones en cada país, vemos la puntuación de una misma profesión en los distintos países, los maestros españoles bajan al 7º lugar (entre la nota máxima de 8,1 puntos que dan a los suyos los norteamericanos y la mínima de 5,9 que les dan los japoneses)… pero, hagan memoria, ¿cuál de estos dos sistemas escolares era el modélico? En realidad, lo que sucede es que los españoles puntuamos peor que en otros países a casi todas las profesiones, con la excepción de los periodistas (que sólo están mejor vistos en los EEUU) y los funcionarios (en EEUU y Dinamarca), pero sigue siendo cierto que ponemos muy alto a maestros y, precisamente por ello, más significativo. Por supuesto, habrá quien se queje de quedar por debajo de esos médicos que sólo estudian el triple o esos científicos que no dejan de hacerlo nunca, pero mejor tomar nota y hacer honor a esa confianza.
Estimado Mariano,
ResponderEliminarmás allá de sus consideraciones sobre el alto grado de confianza que la sociedad otorga a sus profesores y de la necesidad de tomar nota y hacer honor a esa confianza, me llama la atención que entre los menos valorados se encuentran los funcionarios (4.8). Teniendo en cuenta que el sistema educativo público está constituido por docentes funcionarios, se me hace difícil compartir el optimismo.
¿Se ha dado cuenta, el generoso encuestado, de la condición de funcionario que ostentan la mayoría de los maestros y profesores de este país? ¿A qué maestros y profesores se refieren los encuestados? No será que asumen una visión idealista del profesor-mentor, del maestro que imagina (mitifica?) José Antonio Marina, ese "profesional de la esperanza, el incansable, humilde y magnífico cuidador del futuro", en lugar del maestro real, el maestro de la escuela de nuestros hijos? Es decir, ¿no será que las respuestas están basadas en el "valor" que se concede a la función que cumplen determinadas profesiones (científicos, médicos y maestros: que bella trilogía...) en nuestra sociedad?
No conozco de primera mano la encuesta que cita, pero me temo que si la pregunta se hubiera formulado sobre la propia experiencia escolar del encuestado o sobre la experiencia escolar de hijos y familiares otro gallo nos cantaría... o no?
Cordialmente,
Boris Mir