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20 mar 2013

Pase por donde pase el Pisuerga

La publicación por la Comunidad de Madrid de parte de los resultados de las pruebas de conocimiento de acceso al magisterio de la se ha convertido en un tema ardiente. Como advertí al verlos, las reacciones orgánicas están siendo todavía más preocupantes.
En primer lugar hay que recordar que se trata de los resultados de los aspirantes, no de los aprobados, y en el momento de aspirar, no en el de ejercer. Quiero esto decir que podemos -y algunos queremos- suponer que quienes superan la prueba tienen un nivel mayor que quienes regalan tanta carnaza para el anecdotario y que, con el tiempo, habrán mejorado y seguirán haciéndolo, pues está en la esencia de todo trabajo profesional. Sin embargo, parte del gremio ha reaccionado como si se tratase de una prueba administrada al magisterio en ejercicio y con cualquier grado de veteranía, como si los que superan las pruebas no tuvieran mejor nivel que los que no lo hacen o como si, a lo largo de su carrera profesional, no fueran ya a aprender nada que no hubieran aprendido en la diplomatura o el grado. En suma, como si las pruebas selectivas no sirvieran para nada y la edad, la experiencia y la formación continua tampoco.
Algunos se quejan de que el informe publicado no cumple con los cánones de la investigación científica. Eso es verdad, pero es que no procede de una investigación científica sino de un acto administrativo. Pero jamás he oído a nadie quejarse -menos todavía a docentes ni pedagogos- de que la evaluación de los alumnos por sus profesores tampoco cumple tales cánones, a pesar de que ha llegado a dejar fuera del sistema educativo a tres de cada diez ciudadanos (el fracaso escolar). Tampoco he oído que eso sea un escarnio para la ciudadanía, aunque ahora no paro de oír o leer que la publicación de los resultados de las dichosas pruebas lo es, además de malintencionado, derechista y neoliberal, contra el profesorado. Sencillamente es una información que tenemos, sin duda imperfecta pero ni irrelevante ni susceptible de ser ignorada.
Otros se burlan de que haya que memorizar provincias, ríos o incluso afluentes… pero, vayamos por partes. En primer lugar, de afluentes nada: se preguntó sobre los ríos tercero, cuarto y quinto de España en longitud. Por mucho que evoque las listas de afluentes, cabos, golfos y reyes godos de la Enciclopedia Álvarez, no se trataba de eso. Además, una cosa es no saber o recordar todas las provincias por las que pasan el Ebro, el Duero o el Guadalquivir y otra no recordar ninguna o afirmar una es Madrid. La chanza sobre esta pregunta es parcial e interesada, por no decir manipuladora, tanto como pueda de serlo la publicación de las respuestas. ¿Y las respuestas de matemáticas, o de comprensión lectora, también masivamente erradas? ¿Tampoco importan? ¿Tal vez son también irrelevantes porque podemos acudir a la calculadora o conectar con un amigo que sepa la respuesta? Es difícil aceptar el extremo de que no hace falta recordar nada porque todo está a un click. Es cierto que si escribes “Ebro” en el buscador encontrarás las provincias por las que pasa, pero ¿por qué escribir Ebro y no Misisipi o Zambeze si no se tiene al menos cierta memoria de qué es y por dónde va?
Lo que es seguro es que con preguntas de ese tipo no detectaremos otras capacidades de orden superior de los potenciales maestros, por ejemplo diseñar actividades y proyectos, resolver problemas, afrontar imprevistos, crear e innovar, etc. pero, entonces, saquemos toda las conclusiones, en vez de sólo la más aplaudida. Ninguna oposición lo hará. Lo que falla de raíz es un sistema en el que el acceso inicial no requiere mostrar apenas capacidades reales para la docencia y todo lo que se pueda mostrar después en su ejercicio, sea capacidad o incapacidad, progreso o estancamiento, compromiso o indiferencia, será tratado por igual, ignorado por la seguridad del funcionariado y oscurecido por el escalafón de la antigüedad. El único escenario adecuado para evaluar la idoneidad docente es el ejercicio de la docencia, lo que exigiría el paso a una relación contractual o, al menos, condicionar el acceso al estatuto de funcionario a un periodo de formación (y selección) práctica, todo ello con criterios de evaluación exigentes.
Y a ver si, con suerte, empezamos a hablar en algún momento de lo que realmente está en cuestión: lo que se enseña, se aprende o se acredita en las facultades de Educación, antes Escuelas de Magisterio.Pase por donde pase el Pisuerga…

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