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13 abr 2014

Repitámoslo, que hasta la OCDE lo repite: no más repetir curso

    El reciente Educational Policy Outlook dedicado a España por la OCDE (Política Educativa en Perspectiva, lo han traducido, aunque yo hubiera preferido Panorama de la...), lectura obligada para los interesados, es, como siempre cabe esperar de un organismo internacional, un epítome de la literatura gris (no por su nivel, no se confundan, sino por su evitación de cualquier toma de posición conflictiva), pero aun así deja unos cuantos avisos para navegantes repartidos para los distintos actores de la política educativa.
    Así, el gobierno está empeñado en la mejora de la educación, ya que acaba de aprobar una ley de mejora (la LOMCE). Así, por ejemplo, la ley "propone introducir una mayor flexibilidad en los itinerarios desde los 15 años", en vez de cargarse la comprehensividad o el tronco común. Pero, aun así, el informe de la OCDE (cuyas magníficos datos sobre los sistemas educativos, sean PISA, PIAAC, TALIS o EAG, no hay que confundir con la inclinación al eufemismo de sus informes sobre las políticas de los socios), no deja de señalar alguna evidencia contraintuitiva que los agentes en el sistema escolar no deberían ignorar.
    La advertencia más explícita que hace la OCDE es que la repetición de curso "dificulta la equidad y la terminación de los estudios", que "algunas acciones de política educativa en España favorecen la equidad, pero otras, como la repetición de curso, pueden obstaculizarla". "La repetición no es eficaz en la mejora de los resultados, puede contribuir al abandono temprano de la educación y la formación y puede resultar cara para el sistema." Y prosigue: "el coste anual total por alumno que ha repetido un curso se estima en 20.000 euros en España. La repetición en España representa casi el 8% del gasto total en educación primaria y secundaria, una de las tasas más altas entre los países de la OCDE."
    La OCDE ya había venido diciendo por activa y por pasiva que la repetición no arregla nada sino que lo empeora, por ejemplo en PISA in Focus, nº 6. Por lo demás, el asunto es más que viejo. En 1989 Shepard y Smith reunieron en Flunking Grades (Falmer, 1989) una serie de investigaciones sobre la repetición, con distintas opiniones de partida y diferentes metodologías, para llegar a la conclusión de que no mejora los resultados, no favorece la adaptación individual, promueve el abandono escolar y es conflictiva y dañina para los alumnos. Recientemente y entre nosotros, el ISEI-IVEI, en el estudio Efecto de las repeticiones de curso en el proceso de enseñanza-aprendizaje del alumnado, llegaba a conclusiones similares analizando los resultados de los alumnos repetidores del País Vasco en las pruebas PISA y TIMMS.
    Pero lo asombroso es que, contra toda evidencia, tanto científica como anecdótica, indirecta o directa, vieja o nueva, en la profesión docente de algunos países (aunque cada vez menos), entre ellos el nuestro, continúan siendo dominantes la práctica de forzar la repetición y la opinión de que esa es la medida adecuada para los alumnos que no alcanzan cierto nivel.
    Es difícil imaginar qué maestro o profesor se impondría a sí mismo repetir un año de su vida por haber fallado en alcanzar tal o cual resultado previsto. Las bondades de la repetición, que entraña una pérdida descomunal de tiempo y obvios problemas de eficacia, eficiencia, ajuste personal, autoestima y convivencia, son simplemente una más de esas falsas creencias que tan difícil resulta desarraigar de la profesión y que tanto daño hacen a la institución y, sobre todo, a su público.
 
 

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