Ya hay LOMCE, y el PP se quita así la espina de la LOCE,
muerta al nacer. Resuelto el fuero, llega el huevo: sectarización de la
enseñanza, con menos demopedia y más catequesis; segregación, con centros diferenciados por sexo o de rancia excelencia; recaída en los fundamentos, con más latín y menos
estadística; puntilla a los consejos, o a lo que de ellos habían dejado los
claustros; la astuta receta de menos becas, más filtros, más tasas y cero
créditos; evaluaciones y reválidas inciertas, que veremos si agravan o alivian
la escabechina actual; y, sobre todo, la vieja idea de que no todos valen para estudiar, luego adelantemos la vía laboral a
los quince años y que asome a los catorce.
Junto a ello, recortes brutales que se ceban por inercia
pero sin piedad en programas compensatorios, ayudas complementarias y servicios
auxiliares que para muchos son requisito de la inclusión. Recortes que no son ni
deben confundirse con la LOMCE, pero forman una única ofensiva contra el mayor
generador de expectativas y demandas de igualdad (no tanto de igualdad en sí)
de nuestra sociedad, su sistema escolar.
Frente a ello se conjuran hoy la izquierda, los
nacionalistas y, por supuesto, los profesores: en cuanto puedan, derogarán la
ley. Todos más que indignados, como si
los expulsaran del paraíso o como si ellos no tuvieran nada que ver con lo que
había, más bien un purgatorio: aquel en que ya fracasaban tres, abandonaban
cuatro y se aburrían diez de cada diez alumnos, se vegetaba en PISA y se
subutilizaban edificios, instalaciones, equipos y redes.
La querencia por la educación de la izquierda aumentó algo los
recursos pero no aseguró que sus beneficiarios últimos fueran los alumnos, sin
hablar de despilfarros como la jornada matinal o las jubilaciones anticipadas, regalos
para su caladero de votos. Los nacionalistas no tienen otro mantra que el celo
por defender sus competencias, sólo comparable al celo con que las niegan a
municipios y centros, donde deberían residir. Y en la feliz marea verde desfilan
quienes dedican su mejor esfuerzo a mejorar e innovar una escuela que pierde el
tren de la historia, pero también la masa, enfadada hoy por los recortes, que
ayer reclamaba y hoy asume la segregación del alumnado.
Vivimos nuestro thatcherismo educativo, vía Wert, alma
gemela de Aguirre. Veremos si después (no hay mal que diez años dure) volvemos
a lo de antes o vamos a algo mejor. Blair reanimó la educación con muchos
recursos y algunas reformas, pero sin deshacer otras con las que la izquierda nunca
se había atrevido, en particular sobre autonomía de los centros, reforzamiento
de las direcciones, selección e incentivación del profesorado y evaluación del
sistema.
No hay comentarios:
Publicar un comentario