20 mar 2018

El profesor es el actor principal del cambio y de la resistencia, de las dos cosas



En revista Forum Aragón 23, marzo 2018

Entrevista por Fernando Andrés Rubia, FEAE

Mariano Fernández Enguita estuvo en Zaragoza dando una conferencia sobre su último libro: Más escuela y menos aula. Quedamos en la estación de Delicias y pensamos que tendríamos tiempo suficiente para charlar antes de su intervención. Sin embargo, los primeros días de febrero nos sorprendieron con grandes nevadas por todo el territorio y su AVE llegó con casi una hora retraso. Un poco más y casi no llega a tiempo ni para la conferencia. Quedamos entonces en recuperar nuestra conversación una semana más tarde a través de la red. Enguita es de verbo fácil y seguro y la conversación se prolongó más allá de lo que puede recogerse aquí.

¿Para hablar de innovación es necesario hacer un recorrido por el pasado de la escuela? ¿Crees que la escuela tiene un problema de memoria?

Depende de lo que entendamos por innovación, porque la innovación puede ser desde nada a todo. Es importante captar y entender la historicidad de la escuela. Me acuerdo siempre de una cosa que decía Marx, me parece que era en La miseria de la filosofía, para los economistas ha habido historia, pero ya no la hay. La humanidad ha venido cambiando, por fin ya tenemos una economía de mercado y ya no va a haber más historia. Se podría discutir porque luego la economía ha tenido un recorrido después de Marx, pero yo tengo un poco esa sensación cuando hablo de la escuela. Hubo un tiempo sin escuela, un tiempo en el que no se pensaba la escuela en términos de equidad y de igualdad y ahora de repente todo consiste en perfeccionarla y nadie cuestiona que deba existir esa institución como la conocemos. Creo que no es así, si miramos la historia real de la escuela vemos cuando se ha generalizado, cuando ha sufrido grandes transformaciones y eso nos ayuda a entender que hay cosas que parecen eternas, pero podrían ser efímeras, efímeras en la perspectiva de la historia. Cosas que parecen incambiables pueden no serlo tanto.

Podemos hablar de varias velocidades en la incorporación de nuevos modelos escolares. ¿Qué hace que la escuela inicie procesos de cambio o se mantenga en una línea más tradicional? Hasta hace poco la innovación parecía que era patrimonio de la escuela pública…

Si la innovación fuera viable en el aula seguiría siendo patrimonio de la escuela pública y lo sería casi para siempre porque en la escuela pública el profesor tiene mucha autonomía, es prácticamente independiente, impune, inmune, puede hacer prácticamente lo que quiera, para bien o para mal. Si el escenario fuera el aula… pero hoy en día ya no lo es y no lo es por dos motivos obvios. Primero, porque la vida escolar ya no se reduce al aula, en el caso en el que el alumnado está más tiempo en el aula con su tutor, en primaria (olvidemos el momento de infantil que es otra cosa), no está más de la mitad del tiempo escolar; están los especialistas, puede salir con algún apoyo, está el comedor, están las extraescolares, excursiones… Eso sin contar con los cambios de profesor tutor que son muchos porque el porcentaje de interinos es muy alto. El aula se ha quedado pequeña en ese aspecto. Y segundo porque si hay que introducir cambios en equipamiento hay un problema de economías de escala, si hay que distribuir el riesgo hay también un problema de escala, si hay que tener habilidades o competencias especiales por parte del educador hay un problema de escala porque no va a tenerlas todas, el mismo educador. Esto hace que el ámbito se desplace del aula a algo más amplio. La forma más básica es el centro, a veces es algo más pequeño, grupos clase, de profesores, y a veces es más amplio, una red, pero lo esencial es el centro.


El profesor tiene mucha autonomía en el aula, pero el centro no tiene autonomía, la tiene frente a la administración más de lo que se cree, aunque quizá no tanta como necesite en muchos casos, pero la derrocha, por así decirlo, porque quien la consume es el profesor individualmente en el aula y eso es lo que no sucede en la escuela privada. En la escuela privada, cada escuela es un centro, la dirección dirige. Hay un proyecto que empapa toda la escuela y además generalmente son redes, son grupos de colegios.

Eso es algo que la escuela pública tendría muy fácil: constituir grupos de colegios que además estarían próximos territorialmente y unidos por la presencia en una comunidad territorial. De modo que ahí le vería ventaja de nuevo a la escuela pública, pero toda la autonomía respecto de la administración, cuando la hay (a veces las administraciones autonómicas son más centralistas que lo que fue años atrás el Ministerio) la consume el profesor en el aula, así no puede haber proyecto de centro, ni mucho menos de red.

¿Qué provoca que un centro se decida a cambiar? ¿Cómo se da ese paso hacia otra escuela menos tradicional?

Yo creo que hay dos tipos de motivos. Los intrínsecos son el descontento del propio profesorado, la insatisfacción, la sensación de que los alumnos se te van… Están ahí, no se pueden marchar, pero su cabeza está en otro sitio. Eso impulsa a cambiar. También la propia inquietud profesional. Pero hay otro que viene del contexto que puede llegar de dos o tres vías. Una sería que el público, los padres demandasen eso. Eso no ocurre, hay demanda a veces, pero no es articulable frente al profesorado, no alcanza a tener cuerpo. Otra es una vía que se subestima, pero a veces ocurre que es una situación desastrosa. Los centros de riesgo, en entornos especialmente difíciles, provocan que el profesorado reaccione con fuerza. Es como la diferencia de comportamiento ante una catástrofe o ante el pobre de todos los días de la esquina. Digamos que la pobreza a la que estamos acostumbrados no nos mueve, pero una situación que percibimos de gran necesidad puede sacar otras cosas de nosotros.

El tercer elemento es el mercado, el hecho de que los alumnos se te puedan ir efectivamente, que puedas sentir el rechazo de las familias, incluso que pueda afectar la viabilidad del centro. Ese elemento lo tienen siempre presente las escuelas privadas o concertadas y a veces las públicas. Hay algún caso en que las escuelas públicas reaccionan, por ejemplo, las escuelas del centro de las ciudades cuando se quedan sin alumnos o se quedan solo con alumnado inmigrante en condiciones de extrema pobreza, hacinados. Estos centros, cuya existencia peligra y con ella el destino de los profesores, a veces, reaccionan.

¿Qué políticas crees que favorecerían este cambio?

Las políticas tienen una capacidad de producir efectos inmediatos muy limitada. Las políticas lo que tienen que hacer es favorecer los proyectos de centro, el funcionamiento de las direcciones, la constitución de redes, la rendición de cuentas en un sentido no cuantitativo, una mayor trasparencia del centro hacia la comunidad… Eso en el corto plazo. ¿Qué cosas pueden hacer que tengan más efectos a largo plazo? Una, la que está en boca de todos, es la formación del profesorado: una formación más sólida y más exigente. Yo creo que hay que transformar las condiciones de trabajo, este no es un tema popular pero la institución no puede funcionar sobre la base de que el profesor viene, da sus clases y se va. Si le reduces las clases se va antes. Eso puede funcionar si suponemos que el centro de la enseñanza es la clase y la lección que imparte y que la manera de prepararlo es el profesor estudiando con los codos sobre la mesa o el iPad. Claro si va a ser eso, que lo haga en su casa que está mejor. Pero si no va a ser eso, y creemos en el trabajo de equipo, en la cooperación entre los profesores, en otras actividades y funciones institucionales de la escuela que no son simplemente impartir enseñanza en clase y las redes, los contactos, la colaboración informal, etc. Entonces en gran medida se alimenta con la proximidad pues hay que estar ahí, con mucha libertad para ir a trabajar a otra institución, para ir al ayuntamiento, a ver a una familia, a un curso de formación, pero eso después, no antes. Primero, el centro es tu lugar de trabajo.

Yo creo en la idea de romper el grupo-aula, creo que la manera más sencilla es coger las dos líneas y fundirlas, hay otras, no tiene por qué ser niveles de curso. Puede ser en una línea fundir los dos niveles de un ciclo, puede hacerse a través de proyectos de diverso tipo, puedes tirar las paredes interiores o no tirarlas. Ahí es donde cada centro debe hacer su proyecto distinto. Lo que sí creo es que no podemos seguir ceñidos a la idea de un profesor con 26 alumnos en primaria o 30 en secundaria, intentado reducir el grupo, por ahí no vamos a ninguna parte, es un pozo sin fondo. Paradójicamente cuanto más personalice el profesor con algunos alumnos, menos lo hace con otros, cuanto más personaliza más dividido queda el tiempo, es una espiral, una pescadilla que se muerde la cola. Por ahí no vamos a ningún sitio. Debemos combinar los grandes grupos con la colaboración en pequeños grupos, el trabajo individual, las herramientas interactivas que la tecnología proporciona y una mayor apertura a la comunidad. Tenemos instrumentos más que suficientes y medios, aunque puede haber más, para abordar ese tipo de innovación.

Te lo peguntaba también porque una parte de la sociedad ha puesto sus esperanzas en el Pacto Educativo

Yo del Pacto Educativo lo que esperaría sobre todo es que pacificara la educación. Es decir, que no nos pasáramos los siguientes años otra vez discutiendo si pública o privada, laica o confesional, comprensiva o diferenciada, si me evalúan o no me evalúan; la media docena de discusiones que polarizan todo y después de las cuales en lo único que la gente se pone de acuerdo es que quiere más dinero, más recursos, más presupuesto, más porcentaje del PIB… Es lo que me gustaría a mí de un pacto, yo no soy de los que creen que no hay estabilidad, no la hay y hay demasiada. No la hay en cuanto que se ha cambiado la ordenación varias veces, pero no siete, porque hay leyes pares e impares, las pares cambian unas cosas y las impares otras, con lo cual los cambios se reducen a la mitad y algunas leyes no han llegado a entrar en vigor. Es verdad que esto ha podido producir nervios. En cambio, por otro lado, cualquiera sabe que un profesor puede empecinarse o enrocarse y decir que hagan leyes que yo voy a seguir haciendo exactamente las mismas cosas. Estoy seguro que podemos encontrar sin dificultad profesores que en los últimos 30 años han hecho exactamente lo mismo en su aula.

Ni lo uno ni lo otro, yo creo que hay que generar un horizonte de certidumbre, no sé si de estabilidad, saber cómo va a ser el sistema… pero las cosas tienen que cambiar. No puede ser una institución en la que nos pasamos los días diciendo que el mundo está cambiando, pero nosotros debemos permanecer absolutamente estancos. Eso no es viable.

Vivimos también tiempos de gran revuelo educativo: el aumento de las desigualdades económicas, de la segregación escolar, la reducción de la inversión pública, el miedo a la privatización…

Podemos detectar todas las ofensivas, ataques, iniciativas, mareas, contramareas que queramos, pero la escuela pública son dos tercios del alumnado y la escuela privada y concertada un tercio, y esto es exactamente lo que era hace 30 años. Prácticamente desde la democracia se han mantenido las mismas proporciones. A mí me cuesta un poco entender tanta alarma si todo sigue igual en términos de proporciones. Ya sé lo de Murdoch y el billón de dólares y Bill Gates y Google, esto lo sabemos todos. Lo que nunca conseguiré entender es por qué se supone que una parte tiene intereses económicos y la otra, valores. Yo sé que Murdoch tiene intereses económicos, no sé si Gates cuando mete dinero en su fundación lo hace más por dinero, que ya le sobra, o por valores, o por mezcla de los dos y los confunde. Ya sé que los docentes suelen tener valores, pero cuando defiendes el aumento del sector público, estás diciendo que aumente el número de funcionarios, por tanto, los sueldos de funcionarios. El sector público es tan económico como el otro, de manera que no está en un lado la democracia y en el otro la economía. Son maneras de entender la democracia y maneras de entender la economía.

Eso no quiere decir que sean iguales. Efectivamente el mercado presenta más riesgos de desigualdad en la provisión. El estado ofreció igualdad en la provisión y ¿qué dio eso? una absoluta desigualdad de resultados, una absoluta incapacidad de responder a las distintas necesidades de los distintos tipos de alumnos. El mismo maestro, el mismo edificio, el mismo currículo en todas partes y eso es lo que produce un 30% de fracaso, que tenemos hace 10 años, ahora andará por el 20, un poco menos y un 40% de abandono que era lo que teníamos hace 10 años y ahora anda por el veintitantos. Eso es lo que ha hecho la escuela pública. La respuesta “es que no es lo bastante pública”, “es que no tiene bastante dinero”, así se pude seguir mil años más, tu puesto de trabajo es seguro, te jubilas, dices que mal lo han hecho, otra reforma por favor, pero eso no soluciona nada.

Me gusta decir una cosa que le oí una vez a François Dubet: “el neoliberalismo no es el problema, es la respuesta”. Lo que quiere decir es que como usted no para de decir que necesita más y volvemos a estar igual, como usted nunca da la solución, yo me marcho. Esa es la respuesta, no la solución. La gente se va a la escuela privada, en parte, porque la pública no le da respuesta.

Como te decía, las proporciones son iguales, aunque no son los mismos porque la clase media se va marchando y se va ampliando la escolarización en Infantil y en otros sectores… es decir, que esos dos tercios no son siempre los mismos, hay un flujo, solo los stocks son iguales. Me llama la atención que la gente que ve llegar el cataclismo a continuación lo que dice es ni un euro público para la escuela privada. ¿y sin euros sí? Si se lo pueden pagar no hay problema, es que un 10% de la población ya se paga la escuela. Si mañana se lograra realmente someter la concertada a criterios de pública o como se ofrece ahora, a absorber una parte de la concertada, simplemente una parte más importante se iría a la privada. Es como decir, usted puede escaparse si se lo paga. No me conmueven esos llamamientos porque sé que el 90% del profesorado va a la sanidad privada, esos que tienen tantos principios ¿por qué van ahí?

Creo que hay que producir resultados igualitarios, creo que no vamos a abordar 40 o 100 años de historia, creo que nadie va a acabar en el próximo periodo con un tercio de la escuela, privada y concertada que además es el tercio al que va la ciudad en vez del campo, al que van las clases medias, altas, educadas. Entre otros una buena proporción de los hijos de los profesores, un secreto a voces. Ojalá toda la escuela fuera pública, pero para eso vamos a mejorar la escuela pública, que la gente deje de huir y empiece a venir.

En tu último libro hablas de tres posibles escenarios, uno de privatización, otro de desescolarización y un tercero comunitario. Háblanos de este tercer modelo.

No es tanto un modelo comunitario… no tengo ningún modelo idealizado, aquello de que no es ni pública ni privada sino comunitaria. Yo simplemente creo que la gente haga bien su trabajo y la escuela sea más trasparente. ¿Por qué se va la gente a la escuela privada? El argumento habitual es que huyen de los inmigrantes, de los pobres; eso es verdad si lo permites. En vez de decir que vas a estatalizar toda la escuela, arbitra una ley que asegure que haya una composición parecida en las escuelas. Todos conocemos a gente que ha tenido la duda de dónde mandar a su hijo, la gente no quiere huir porque sí, igual que la gente no quiere defraudar a hacienda porque sí, pero si tus tres vecinos defraudan a hacienda, entonces dices que hago yo pagando. Si tú quiere ir a la escuela pública y otros se van a la privada y España tiene un 10% de inmigración. Supongamos que un 5% es problemática en términos escolares, pero si tú vas a un centro donde es un 30%, dices yo estoy dispuesto a aportar mi grano de arena, asumo el coste que me toque, pero porque me lo dejan todo a mí. Si no se atacan esos problemas colectivamente, lo que hay es fugas individuales. ¿Qué tenemos que hacer para que la gente no se vaya? Tratar de equilibrar el reclutamiento de las escuelas y yo te diría el de las públicas, el de las concertadas y el de las privadas. El único inconveniente que le veo es que algunas privadas están en os montes, están muy lejos pero bueno que carguen con su cuota de solidaridad o de responsabilidad.


Segundo, no solo se va por eso, la gente se va porque está harta de que le cambien el profesor, de que nadie quiera saber nada de los niños ates de las nueve, de que no se vigilan los pasillos… La privada y concertada, da una imagen, no un servicio, da una imagen de que se ocupa, desde que el niño asoma hasta que se lo llevan. Mientras que en la pública todo son dificultades sobre el horario, la jornada, a qué hora ponemos la tutoría, si salimos o no salimos de excursión… todo son problemas. Si la pública ofreciera un servicio más integral la gente se sentirá menos tentada a marcharse. Yo creo que es ese conjunto de cosas lo que hay que cambiar, la pública puede competir con la privada tranquilamente y tiene ventajas que ofrecer. De hecho, partía con ventaja, si ha perdido algo ha tenido que hacer hecho mal.

¿Crees que la escuela del futuro será más justa?

Si seguimos en la inercia actual no será más justa, porque si para salir con el mínimo del sistema educativo hay que aguantar cada vez más años, con este tipo de escuela se hace cada vez más difícil. Cuanto menos claro veas que es imprescindible, más difícil se te hace. Si papá es abogado y mamá es bióloga, lo ves más claro; pero si papá es albañil y mamá es limpiadora lo ves menos claro. De manera que el abandono, el rechazo de la escuela es más probable entre los que tienen peores condiciones en el entorno familiar y comunitario para ver lo importante que es.

Con esta inercia la escuela va a producir más desigualdad en términos de resultados académicos. Y lo que sabemos por la distribución de la renta, del empleo es que a la desigualdad escolar se asocia hoy mayor desigualdad económica de destino, no de origen. Es decir, la diferencia entre lo que gana un titulado básico o con estudios superiores es mayor, va creciendo. Aumenta la separación entre la pobreza y la riqueza en nuestras sociedades. A escala mundial no aumenta la pobreza, se reduce espectacularmente, pero en las sociedades ricas que se habían acostumbrado a vivir sin pobreza, está aumentando.

Háblame de este concepto tan diferente del actual, lo que has llamado en tu libro las hiperaulas.

Lo más diferente sería una no-aula. Yo no sé latín, pero ando buscando el origen o la etimología de la palabra aula. Puede ser el atrio, el patio, luego he ido encontrando otros usos, por ejemplo, el corral, el aprisco, donde delante de la casa se tiene el ganado, o incluso la jaula en un escrito de Petronio. No hay nada que defender en el aula. El aula funcionó en su momento, era la respuesta porque se trataba de disciplinar a los alumnos, en una escuela basada en el modelo de la lección, en el que el profesor lee, debe verlos o vigilarlos a todos al mismo tiempo (eran muchos, a veces 100 alumnos en un aula). Lo encontramos en los jesuitas, los escolapios, Comenio, una obsesión por cómo un profesor puede controlar a un grupo entero.

La imagen del aula de hoy, del aula clásica, o el aula desde el siglo XIX es similar a la de un taller de la revolución industrial o a una gran oficina o a un templo, es un lugar en el que espacio, tiempo y actividad se organiza para anticipar lo que va a ser el trabajo en el taller. Hemos heredado ese modelo que se perpetua; en ese contexto el aula se valida a sí misma, si das la vuelta a las mesas no los ves igual, si pones un ordenador no los ves, si dejas que se muevan dejas de controlarlos, si no hacen lo mismo al mismo tiempo no sabes lo que están haciendo.

Esto tiene que terminar porque los alumnos ya no ven ventajas, antes podía haber una asociación espuria, el único sitio donde aprendo a leer es aquí, luego será vedad que la manera de aprender a leer es esta y hay que aceptarlo. Pero es una asociación espuria porque la gente aprende cosas a pesar del aula. Hoy en día los niños y adolescentes están aprendiendo toda clase de cosas fuera del aula. Pueden aprender lo que quieran fuera del aula, cosas muy complejas que entrañan mucha información, algoritmos, tecnología, pensamiento abstracto, concreto, datos, narraciones, incluido lo que se les ofrece en el aula. No se puede comparar una clase de geografía con el libro de texto con un documental de National Geographic o un simulador de vuelo, es incomparable. Ya no aceptan el aula.

Al mismo tiempo disponemos de una tecnología que permite que los alumnos cuenten con 
objetos interactivos, la tableta, el ordenador, permite interactuar más allá en términos de información, todo se vuelve interactivo pero el aula sigue aferrada al libro de texto. Todo eso podemos romperlo. Cuando hablo de hiperaula, digo híper porque puede ser grande, superaula, permite trabajar en grupos e individualmente, pero permite también un mejor aprovechamiento del espacio; la fusión de grupos, elimina la necesidad de espacio de comunicación entre los grupos, amplía el espacio, cuando juntas dos aula normalmente ganas el pasillo; permite reunir a dos o tres profesores, un trabajo en equipo más diversificado, sus cualificaciones pueden ser más diversas; es una manera de introducir a los profesores más jóvenes; es más relajante para los profesores y permite diversificar mucho más.

Ya no es el aula atrio. Puedes combinar gran grupo con pequeño grupo, lo real con lo virtual, lo presencial y a distancia, puedes trabajar en línea o con tus compañeros de pupitre. Si puedes hacer todas esas combinaciones, puedes además colaborar con la comunidad sin necesidad de que esta venga, puede venir de vez en cuando… Todo esto es lo que quiero decir con híper: grande, real y virtual, presencial y distal, en línea y en proximidad, que no hay que ceñirse al programa, podemos saltar como los hiperenlaces de una cosa a otra.

Cómo se concrete en un lugar o en otro, es trabajo de los centros de acuerdo con qué alumnos tiene, qué edades, en qué comunidad está, qué recursos tiene fuera, qué recursos tiene el centro, qué saben hacer los profesores, qué orientación tiene el proyecto. Pero sí veo que romper la vieja organización del espacio y del tiempo, de la seriación, de la correspondencia de tantos alumnos por profesor, que los alumnos tengan que avanzar todos conjuntamente a través del programa tal como está secuenciado en el libro de texto, será positivo.

Es verdad que gran parte de la innovación pone el acento en las tecnologías, pero tú lo combinas con otro elemento que es el organizativo, que es muy resistente en la escuela.

Podemos ponerlo en términos marxianos, las tecnologías son las fuerzas productivas, y el viejo marxismo pensaba que las fuerzas productivas llegaban y transformaban las relaciones de producción. Pero el estudio de las condiciones de trabajo y la teoría de la organización y la psicología del trabajo, autores como Braverman, empezaron a estudiar a Taylor, el fordismo, el stajanovismo. Y dijeron que las relaciones de producción son capaces de domar las fuerzas productivas. Eso es lo que ha hecho la escuela, la escuela, que es de la época pre-Gutenberg, dijo que el libro no ¿Que nos van a llenar la escuela de libros? Para nada, queremos un libro de texto que se parece en el formato, pero nada más. Lo que se hizo es domesticar una tecnología. Vino la radio y la televisión, pero nunca han terminado de entrar porque la escuela no tenía manera de encajarlos dentro del horario escolar, aunque ha habido experimentos donde no había profesores como en Hawái. Lo que entró fue el video, porque el profesor puede hacer con el video lo que quiera, lo puede domesticar. Llegó la informática y ¿qué entró? Entró la PDI que es la pizarra, pero sin polvo, se puede usar mejor, pero la puedes usar estrictamente como una pizarra. Lo que se hace es introducir la tecnología si se adapta a las viejas relaciones de producción, en este caso relaciones de educación. Fuerzas productivas dominadas por relaciones de producción o tecnología dominada por el modo de enseñar.

La gran diferencia es que, en el mundo económico en general, quien quiso hacer eso fueron los gremios y fueron barridos por el mercado, el capital y los propios trabajadores, sin embrago, en el mundo de la enseñanza el gremio lo ha podido todo. Domesticar el libro fue fácil, dejar la radio y la televisión fuera fue fácil, domesticar el video fue fácil, pero domesticar los ordenadores es imposible. Estos años, en SIMO me llamaba la atención cuando iba a ver las novedades que lo que más atraía, fuera de las curiosidades, eran las aulas inteligentes, esos sistemas en los que el profesor tiene todo el control, en cualquier momento ve lo que está haciendo el alumno y puede fulminarle la pantalla en un momento dado. Esto es el libro de texto en pantalla. Pero eso no es posible, los profesores saben que por muy restrictivos que sean, los alumnos terminan teniendo acceso a lo que quieran. Por eso hay que planteárselo de otro modo.

Dedicas el último capítulo de tu libro al profesorado. Crees que su papel es más de agente de cambio o de resistencia al cambio.

Yo creo que el profesor es el principal actor. Es lo propio de una institución, una fábrica no funciona así, puede estar llena de obreros o de robots, pero quien decide cómo funciona es el consejo de administración y los directivos. Una institución no es así, un hospital, un cuartel o una iglesia no es así. Las instituciones tienen siempre una profesión, un gran cuerpo, porque es muy numeroso, y aunque hay directores, rectores, quien más peso tiene es la profesión. El público, que no puede marcharse, no puede elegir no estar en una escuela, y las administraciones tienen un poder muy limitado. El profesor es el actor principal, del cambio y de la resistencia, de las dos cosas. Los que estamos fuera, a una cierta distancia, lo que nos corresponde, es ver qué fuerzas hay que favorecen más el cambio o la resistencia.

Por ejemplo, yo creo que la elevadísima politización del debate educativo favorece la resistencia porque se acaba convirtiendo todo en una batalla entre el bien y el mal, en el que es muy fácil instrumentalizar cualquier discurso para mantener lo que hay o para desmontarlo. Creo que la excesiva autonomía del profesorado individualmente en su aula hace imposible el trabajo enequipo y el cambio. Creo que la organización del espacio y del tiempo o que los profesores no tengan un lugar más apropiado donde trabajar en buenas condiciones no favorece el cambio. Creo, en sentido contrario, que la tecnología favorece el cambio. No quiero decir que cualquier uso de la tecnología, ni cualquier tecnología, pero de manera general no está mal que impulsemos que s e introduzca. Creo que las redes de profesores favorecen el cambio. Por eso a mí me gustaría que los profesores comieran en la escuela y que la administración favoreciese todo lo posible los encuentros entre profesores de distintas escuelas. Yo creo que lo que se puede hacer desde fuera es dar un empujoncito, favorecer que sea más fácil colaborar, que sea menos arriesgado experimentar y cambiar, y que no sea tan gratificante no hacerlo.

¿Habría un perfil del profesor del futuro?

Gente que se desenvuelva bien digitalmente, que sea capaz de colaborar, que sea creativa, que tenga cierta resiliencia o capacidad de sobreponerse a los problemas, a los pequeños batacazos, errores, etc. Creo que hemos organizado la profesión de manera que es muy fácil acceder, la parte difícil del acceso no creo que sea precisamente la selección adecuada. Entrar en las facultades de Educación es muy fácil, yo no digo que la gente que entra sea mala, la nota de corte es la nota del último y no sabemos si en esa nota está el 90% o el 1% pero efectivamente lo hemos puesto muy fácil. Creo que hace falta una formación más exigente porque hay fuertes carencias, no por ponerlo difícil. Creo que hay fuertes carencia en la relación del profesorado con la ciencia, la cantidad de bulos y supersticiones que circulan entre el profesorado me parece alucinante. Las cosas que se oyen decir a los profesores es muy preocupante. Y si alguien debería ser prudente en lo que dice, piensa, lo que es seguro, que está demostrado son los profesores. Creo que falta formación científica. No estoy pensando en la neurociencia, que es la última moda; me parece que también, pero pienso más en estadística y en la concepción general de lo que es la ciencia.

Por otra parte, creo que las condiciones de trabajo han evolucionado de un modo que atraen lo que las compañías de seguros llaman los limones. El tipo de gente que no quiere salir. Si pones vacaciones largas, jornadas cortas y un trabajo seguro, los que tenían vocación e iban a venir sin vacaciones, con salarios más bajos van a seguir viniendo. Pero viene también otra gente que no es la que tú querías y eso está pasando. Es uno de los motivos para elegir la profesión. Por otra parte, creo que deberíamos ofrecer a la profesión más reconocimiento al trabajo bien hecho. Que la carrera sea menos plana. Los profesores descontentos no son porque ganan poco sino porque han intentado hacer algo y no han tenido apoyo o ha salido algo mal y se han cebado con ellos. Reconocimiento que puede tener incentivos asociados que yo prefería que fueran más de tipo profesional: formador de la gente que entra, tener la oportunidad de incorporarse a un proyecto de investigación, de formarse un tiempo fuera.

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