11 feb 2012

La OCDE, contra la política de los sindicatos de profesores

Si anteayer explicaba cómo un reciente documento de la OCDE, Equity and Quality in Education: Supporting Disadvantaged Students and Schools, ponía implícitamente en solfa la politica educativa del nuevo gobierno, hoy toca explicar que lo mismo hace, puede decirse, con la de los sindicatos. A quienes creen saber de antemano lo que pueden esperar de la OCDE no les sorprenderá: la agencia global del capital ataca a las organizaciones de defensa de los trabajadores. A quienes esperan a leer las cosas para juzgarlas, sí que les extrañará, pues ¿cómo se puede estar a la vez en contra de la política del gobierno y la de los sindicatos, si ambas parecen a su vez diametralmente opuestas? Cabría responder, desde la ciencia intereconómica o la sociología perroflauta: es que son lo mismo. Yo creo que la explicación es otra: el gobierno (central y autonómicos) es el principal responsable, por acción y por omisión, de la ordenación del sistema educativo; los sindicatos, por su parte, son en buena medida responsables y en todo caso expresión de la cultura y la práctica profesionales en el interior de los centros. Lo demás son matices. Pero vayamos con la OCDE. La segunda mitad del documento mencionado está dedicada a cómo “ayudar a mejorar a las escuelas y los alumnos en desventaja”. Contiene cinco recomendaciones que muchos profesores ya han incorporado en su práctica sin esperar a nadie o suscribirían encantados, pero que a menudo chocan, si no con la mayoría, sí con sus expresiones colectivas u organizadas: 1. Fortalecer y apoyar a la dirección del centro. O sea, lo contrario de la eufemísticamente llamada dirección participativa o democrática, cuya principal característica se espera que sea la tolerancia y la más absoluta falta de autoridad sobre el profesorado. Las recomendaciones e la OCDE suponen un alto grado de profesionalización (con o sin cuerpo) y la reestructuración de los centros, si es necesaria. 2. Estimular un clima y un entorno escolares que apoyen el aprendizaje estimulantes. Con esto se refiere la OCDE a cosas muy desigualmente apreciadas por el gremio como la introducción intensiva de las TIC o la tutoría y orientación, y a una organización alternativa del tiempo de aprendizaje, incluidas la estructuración semanal y anual, lo contrario de su compresión en la jornada continua y o en un curso reducido a la mitad de los días del año y descompensado por largas vacaciones. 3. Atraer, apoyar y retener a profesores de alto nivel de calidad, especialmente para los centros en desventaja. ¿Cómo? Mediante formación más específica para esos centros y, sobre todo, incentivos económicos y de carrera, es decir, lo contrario a la demanda de café para todos. Nada de antigüedad, pues, sino los mejores profesores e incentivos diferenciales, de esos que, como suele decirse, introducen desigualdades. 4. Asegurar estrategias de aprendizaje eficaces en el aula. Nadie podría estar en desacuerdo con esto, pero aun aquí hay algo, la idea de fondo de promover en los centros “una cultura de éxito y elevadas expectativas”, que se lleva mal con el catastrofismo habitual sobre falta de recursos, alumnos desmotivados, desorden en las aulas, malestar docente, etc. que proporcionan habitualmente acompañamiento de fondo a las demandas del gremio, y sobre todo con la aceptación resignada de que tres de cada diez alumnos fracasen. 5. Dar prioridad a vincular a las escuelas con los padres y las comunidades. Otra frase que ¿quién no firmaría? Pero de lo que se habla es de colaborar con todas los agentes de la comunidad e intentarlo de manera especial con los padres más refractarios, lo contrario de blindarse contra AMPAs y Consejos o pretender que los servicios sociales aseguren la asepsia de los centros y hagan de tampón entre éstos y las familias y comunidades problemáticas.

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