1 jun 2011

¿Deben terminar las concentraciones del 15-M? (y 2)

Hay dos dimensiones a las que no hemos dado la consideración debida: la internacional y la expresiva. El mayor acicate para mantener las concentraciones es ahora su internacionalización. Las de Syntagma y La Bastille deben mucho a la visibilidad continuada de la P. del Sol y la P. de Catalunya, que a su vez sacaron parte de su aliento de Tahrir, La Perla y Al-Huriya. Los concentrados españoles alimentan la expectativa de extender el movimiento, tanto por la atención recibida de los medios internacionales como por la convicción de que los problemas que afrontan son globales, y los sucesos están les están dando, al menos en parte, la razón. En mi opinión, y por alguna evidencia anecdótica, muchos indignados creen que el ciclo de las concentraciones centrales ya está cerrado en el ámbito nacional, donde su balance puede devenir negativo, pero no en el internacional, donde creen que queda recorrido potencial. Yo creo que este potencial se puede mantener en la red pero perdería con la imagen de la decadencia de las concentraciones.

La dimensión expresiva es la que plantea G. Cañas en su último mensaje. Las concentraciones no son sólo un medio para algo: devienen en mayor o menor grado un fin en si mismas. Los participantes, muchos de ellos antes aislados e impotentes por efecto de la desescolarización, el desempleo, la falta de recursos... pasan a verse como parte de algo y a encontrar un sentido a su acción. Son parte de una comunidad, actúan por una causa, anuncian un mundo mejor, participan de algo que se mueve, amplían sus relaciones... La desmovilización, en ese sentido, aparte de posible movimiento táctico es también el retorno al contexto de su descontento. La buena noticia es que hay otros espacios de movilización (barrios, asambleas temáticas, posteriores convocatorias) y que las redes virtuales también son redes de relaciones, de comunicación, que saldrán reforzadas. La ventaja de las plazas, no obstante, es que allí acudió toda la diversidad, que se enriquecía y se equilibraba recíprocamente, mientras que las redes virtuales tienen cierta tendencia a la autoselección y la homogeneidad, aunque quizá ahora menos.


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